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miércoles, 16 de febrero de 2011

No pienso comprar ni un DVD más

De ahora en adelante, no pienso comprarme ni un DVD más, ni pienso pedir que me regalen ninguno. Y eso no significa para nada que no vaya a pagar por el cine que me apetezca ver.
DVDs de películas
(Fuente: depaginas)

Desde siempre soy aficionado al cine. No soy un fanático, ni un friki, pero me gusta. Y siento cierta debilidad por el cine español. Con ello quiero decir que prefiero una mediocre película española que una mediocre americana. Que de las dos abundan.

Pero ya tengo en el trastero dos cajas grandes llenas de cintas VHS con películas, que la obsolescencia tecnológica ha convertido en inútiles. De hecho, tengo todavía en casa un aparato de vídeo VHS (que no estoy seguro de que funcione correctamente). Bueno, no hace mucho tiempo todavía lo utilicé para pasar los vídeos de algunos de mis viajes a formato digital, para preservarlos de alguna forma, y poderlos seguir disfrutando en el futuro (no sé muy bien por cuánto tiempo).

No sé cuánto dinero llegué a gastarme en películas VHS, pero seguro que bastantes cientos de euros, si no algunos miles. Pagué, por tanto, derechos de autor y demás, y todo eso ya no me sirve para prácticamente nada de nada. Bueno, sí, me ocupa espacio en el reducido trastero.

Tengo en casa varios armarios y estantes llenos de DVDs de todos tipos. Hay muchos que he comprado (o me han regalado) en diversos momentos. Hay otros que venían anexos a alguna publicación, un periódico, una revista, sin sobrecoste. Y también debe haber alguno de esas colecciones a precio muy barato, que promocionan de vez en cuando los principales periódicos.

Y también estoy abonado a Digital+ (lo que me cuesta la mitad de un riñón todos los meses, por cierto), y en sus diversos canales acabo viendo algunas películas todos los meses (o, más bien, bastantes trozos de películas). Con la tecnología doméstica disponible, puedo grabar cualquiera de las películas que se emiten, y guardarla en mi videoteca para visionados posteriores, o para lo que quiera. Pero raramente lo hago porque, con todos los canales del satélite más la TDT, sólo haciendo zapping para ver lo que echan ya he consumido el tiempo que pensaba dedicarle.

Si bien ya he contado en alguna otra ocasión que mi relación con el libro-objeto tiene algo de litúrgico y sensual, mi relación con los CDs o los DVSs es puramente funcional. Es decir, me interesa estrictamente el contenido, y todo el espacio que ocupan en mi librería, en los estantes del despacho o incluso en el trastero, es un engorro que considero como efecto secundario de ese tipo de soporte.

Cuando quedó claro que el formato VHS estaba superado, yo esperaba que alguien ofreciera al público la sustitución de las cintas VHS por sus equivalentes DVD, a un precio simbólico (¿1€ cada uno?). Pero eso no sucedió. Solamente el dispose of them properly, es decir, el apáñatelas como puedas. No sé si el DVD tiene mucha vida tecnológica por delante. Los Blu-Ray no parecen tener demasiado fuelle, y la única luz en todo este embrollo es la difusión de estos contenidos mediante ficheros, digamos, informáticos.
Estanterías atiborradas de DVDs
(Fuente: kaosklub)

Ahora mismo, en un disco duro externo (que ocupa como un libro de tamaño medio) tengo guardadas algunos cientos de películas. Algunas proceden del llamado ripeado de DVDs de mi propiedad, es decir, de la conversión de la película en el DVD a un fichero de tipo AVI, que se puede ver en cualquier ordenador, o pasarlo al televisor del salón mediante cualquier método informático (llave USB o así). Bastantes de las películas que tengo en ese disco las he bajado de Internet mediante algún mecanismo de intercambio de ficheros. De ésas, muchas las he tenido en propiedad, pero en formatos ya obsoletos.

Soy consciente de que sucumbo con facilidad a mi afán de coleccionista, y muchas de esas películas jamás encontraré el rato, o el ánimo, para verlas. Pero me consuela tenerlas ahí, disponibles.

Por las que me he bajado de la Red, no he pagado explícitamente nada a los creadores, aunque habré pagado religiosamente el cánon por el disco duro, y he necesitado, claro, un ADSL para hacerlo. Y eso es así porque ese método (llamado, por algunos, piratería) es el único método real que funciona, que existe. También debo decir que muchas de ellas, del cine digamos clásico pero no en el mainstream, ni siquiera están disponibles en el comercio convencional. 

Analicemos un poco los escandallos. ¿Cuánto pagamos por un DVD en el comercio? Pues depende, claro. Si se trata de una película reciente de éxito, fácilmente pueden pedirnos 12, ó 15 ó hasta 18 Euros (no sé si incluso más). De ese dinero, ¿qué parte va realmente para los creadores del contenido, para la productora?. Ya hice el análisis para los libros, y sospecho que la respuesta es parecida, y no creo que exceda el 10% del precio que pagamos por el DVD. El resto se quedará como margen para el propio punto de venta, o será para remunerar el trabajo de la Distribuidora y los costes propios de elaborar ese DVD-producto (la copia, el soporte, la carátula, el estuche, el almacenaje, el transporte, etc.). Pero el papel de la Distribuidora en este mercado solamente es necesario para sostener un determinado modelo de negocio, que es el que manifiestamente está obsoleto.

Algunos me dirán que la misión de la Distribuidora consiste en hacer conocida una película, en las campañas de marketing y de publicidad. Y también en atender a los puntos de venta (sean estos las salas de cine o las tiendas que venden DVDs). Estoy de acuerdo. Ahora bien, todas esas funciones están asociadas al modelo de negocio practicado hasta ahora, y me parece evidente que las cosas pueden pensarse de otra manera.
Malizia (1973) de Salvatore
Samperi, con una turbadora
Laura Antonelli. La cinta VHS yace
 en una caja de mi trastero.
 La película, en mi disco
duro.

Como principio básico del comercio en el siglo XXI, sólo tienen cabida en las cadenas de distribución los intermediarios que añaden más valor que el coste que suman. 

¿Por qué no existen, o no han triunfado, webs legales que pongan a disposición del público, de todo el mundo en todo el mundo, las películas-contenido, por un precio razonable para ello. Si de la venta de un DVD el creador (la productora) no cobra más de 1€, tomemos ese valor como precio base, y añadamos algo por los gastos de gestión y funcionamiento de la web que las pusiera a disposición. A lo mejor se podrían comprar por 2€ las películas recientes y por algo menos las de catálogo o las que ya no tengan derechos de autor vigentes (no sé si se da el caso).

Por lo que sé, todos los intentos que ha habido han chocado con el temor a la piratería y la timoratez de un sector que da la sensación de que siempre ha pensado que no existe otro modelo de negocio posible que el existente, el de toda la vida. Las iniciativas han chocado con precios exageradamente elevados, catálogos muy restringidos y limitaciones por todos lados. Vamos a ver, caballeros. Si lo llevamos al límite, con un usuario que compre un DVD y lo convierta en un fichero informático, ya puede estar a disposición de cualquiera en el mundo que se lo quiera descargar. De nada vale intentar ponerle puertas al campo, porque las vacas se escurren por los laterales.

Por lo tanto, el poner a disposición de cualquier usuario del mundo, para su descarga legal previo pago de un importe razonable, una película, no marca diferencia significativa, en cuanto a los riesgos de copia, que el vender los DVDs.

Por otra parte, hay algunas webs de descargas ilegales que sí están sacando beneficio económico de ello (claro, sin pagar derechos a nadie). Lo que sí me parece indiscutible es que todo creador tiene derecho a participar de cualquier beneficio económico que produzca su creación (y eso va también por el llamado top manta). El que todo acceso a una creación artística tenga que tener una contraprestación económica podría ser más discutible, y sería objeto de otro debate.
Álex de la Iglesia, Presidente de la Academia
"Sin público, esto no tiene sentido"
(Fuente: cerebro-digital)

Claro que hay que tener en cuenta que muchas de las películas españolas ni siquiera son objeto de descargas ilegales (al menos, en número significativo), es decir, que no tienen (casi) ningún interés para el público en general (salvo familiares, amigos y frikies especialistas). Y eso sí que no tiene remedio, porque las subvenciones no son ninguna solución y, como dijo Álex de la Iglesia en la Gala de los Goya 2011, sin público, esto no tiene sentido. Pero también, por otro lado, algunas películas pueden tener interés mucho más allá de a donde alcanzan los canales de distribución actuales.

En resumen, el sector necesita pensar y diseñar un nuevo modelo de negocio acorde con los tiempos. Pero hay que tener en cuenta que no cualquier creación artística tiene derecho per se a una retribución económica. El público es el rey.

Yo, como ejemplo que no sé si lo soy, sueño con tener acceso a alguna web de descarga legal, por un precio razonable, está claro, de donde pueda descargarme las películas que yo quiera, sabiendo que obtendré la máxima calidad posible y que no me encontraré, al reproducirlas, con dos tíos desnudos zumbando, o con una desconocida recubierta de látex dando zurriagazos a otra desconocida atada y amordazada.

Y, desde luego, yo no pienso comprar ni un DVD más. Ya no me caben.

JMBA

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