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viernes, 25 de febrero de 2011

Ver películas online

El otro viernes estuve viendo Pa Negre en el cine. Ya lo comenté aquí. La película (y también la novela, por razones algo diferentes) me encantó y me pareció una obra maestra.
Portal de la web www.filmin.es

La película ha tenido algunas críticas negativas. Por una parte, por supuesto, la caverna mediática la ha atacado principalmente por las reticencias a que una película catalana (y filmada en catalán) haya podido ganar hasta nueve Goyas en la gran gala del cine español. Se han barajado oscuros lobbies catalanófilos en la Academia, e incluso presiones de grupos gay (ya que el director tendría esta orientación sexual, lo que carece por completo de interés y no tiene la más mínima trascendencia).

Pero también he visto críticas negativas de cinéfilos, alegando algunas inconsistencias en el guión y demás. Tenía ganas de ver de nuevo la película, con todo esto en la cabeza, para verificar mi primera opinión a la luz de estas críticas.

Siguiendo un rastro que localicé en Twitter, llegué hasta la web de Filmin, que me ofrecía visionar (legalmente, claro) la película online (mediante streaming) por un precio razonable (2,95€), desde el ordenador de mi casa. El equipamiento informático que tengo en mi casa no es para nada la NASA. Tengo un ADSL de 3Mbps y un PC torre con unos cuantos años (Pentium 4 @3.06GHz, 1,5GB de memoria, XP) con una buena tarjeta de sonido y dos altavoces de gama media con subwoofer. Ah, y una pantalla LCD plana de 19".

Esta web también ofrece la posibilidad de abonos (mensuales, trimestrales, anuales) para visionados ilimitados durante ese tiempo de las películas de su catálogo no Premier.

Me decidí a a registrarme en la web, comprar la película (que puedes visionar las veces que quieras durante 72 horas; en VO, VOSE o la versión doblada al castellano) y dedicar las siguientes dos horas a disfrutar de nuevo con Pa Negre. Eso sí, con un cubatita a mano y un par o tres de cigarritos (espero no haber violado ninguna ley). La puse a pantalla completa en el PC, y la vi (y oí) perfectamente, sin ningún tipo de contratiempo.

Y me ratifico en mi anterior opinión. La película me parece excelente, con buen ritmo narrativo y unas interpretaciones absolutamente excepcionales. Nora Navas y Laia Marrull están ligeramente histriónicas, pero encarnan a la perfección la tragedia y el drama de las vidas de sus respectivos personajes. Francesc Colomer lleva sobre sus (jóvenes) espaldas el hilo narrativo, y Marina Comas volvió a enamorarme en su papel de Nuria, con el desgarro de su marginalidad, con su precoz madurez, y la profunda ternura que despliega con quien la entiende.

Pero quería centrarme hoy en la propia existencia de una web con este servicio, y lo que significa en la evolución necesaria de una industria como la cinematográfica.

Al hilo de la reciente Gala de los Premios Goya, del discurso de Álex de la Iglesia y de algunas intervenciones producidas durante el proceso de aprobación de la Ley Sinde, escribí un artículo sobre la industria cultural (especialmente, la cinematográfica) y las reflexiones y movimientos que debería hacer para intentar salir de la languidez que la atenaza desde hace tiempo, y que amenaza con liquidarla: ¿Industria de Contenidos o de Continentes?.

Allí proponía la necesidad de que la industria pusiera a disposición, en la Red, un nuevo canal de acceso a sus películas por un precio que yo estimaba como razonable en los 2€. Bueno, en la web de Filmin se pueden visionar bastantes películas (las que no son de rabiosa novedad y/o actualidad) por 1,95€. Creo que representa un avance significativo en la buena dirección.

Pero es un paso todavía bastante modesto. Filmin representa a una parte de productoras independientes (por supuesto off-Hollywood) y su catálogo de algo más de 600 películas está constituido por filmes de los que, en las grandes ciudades, habría que ir a ver a alguno de los minicines del centro. Y que fuera de ellas no habría ninguna posibilidad viable de exhibición. Gracias a la Red, pueden acceder a su público, esté donde esté, y aunque sea muy minoritario. Parece claro que películas que podrían congregar en un minicine de Madrid, Barcelona o Valencia a una o dos docenas de espectadores en una sesión, difícilmente podría pensarse en exhibirlas en Soria, Teruel, Ourense o Almería. Y no digamos ya en Almoravieja de las Perdices (suponiendo que existiera).

Para películas de este tipo, la Red representa una oportunidad bastante evidente de redondear sus exiguos ingresos. Y ello es válido para ciertas películas españolas o de otras cinematografías minoritarias.

El desafío consiste en poder disponer de este tipo de servicio para el mainstream cinematográfico. Para los grandes éxitos de Hollywood o incluso para las películas españolas dirigidas al gran público. Es decir, se trataría de desarrollar una clara estrategia multicanal. Ir al cine como actividad no es necesaria ni exactamente lo mismo que ver una película. Ir al cine es (habitualmente) un acto social (familia, amigos,...) que tiene su propia liturgia (palomitas, refresco,...). Y el negocio de la exhibición cinematográfica en salas debe cuidar ese canal de distribución de la industria: multicines con una oferta variada (en tema, horarios,...) con los máximos medios técnicos (gran pantalla, sonido envolvente, 3D,...), cómodos, con facilidades de aparcamiento, etc. Disfrutar de una película en una sala de cine tiene su precio, que está más o menos establecido y percibido como razonable.

Pero la industria cinematográfica debe y puede tener otros canales de distribución. Uno de ellos son las televisiones, y de hecho, muchas de ellas tienen una abundante actividad en la producción de películas (mediante cofinanciación,...) para conseguir derechos preferentes de antena. Otro canal son los soportes físicos (que nos llevamos a casa para siempre, o por lo menos hasta que esa tecnología no se convierta en obsoleta), y allí están los DVD, Blu-Ray o lo que toque.

Y otro canal es y debe ser la Red. En un momento hemos identificado cuatro canales posibles de distribución. Según las ambiciones comerciales de cada película, se acabarán utilizando todos o solamente algunos de ellos. Algunas películas no podrán pretender alcanzar la exhibición en salas (por lo menos más allá de unas poquitas copias durante unos días, en algún minicine de dos o tres grandes ciudades). Para otras, la edición en soporte (DVD...) no podrá llegar a los expositores de las tiendas, y sólo podrá comprarse online a través de webs especializadas. Algunas podrán ambicionar el prime time de algún canal nacional de televisión, mientras que otras deberán conformarse con los late night en canales especializados de la TDT, el cable o el satélite.

Pero, para cualquier película, la Red es un canal viable de distribución. Sea para visionarlas en un ordenador clásico, o en un TV de última generación, o en cualquier otro tipo de dispositivo (tablet, consola, smartphone,...).

Cualquier consumidor responsable de este siglo XXI puede y podrá entender que una película no se exhiba en ninguna sala de su pueblo o ciudad. También que no esté disponible el DVD en las tiendas de El Corte Inglés, o la FNAC. También entenderá que no la pueda ver por televisión a las diez de la noche en TVE, o Antena 3 o Tele 5 o La Sexta. Pero, cada vez más, no podrá entender que sea imposible visionarla online desde la Red, previo pago de un precio razonable. Como ya es el caso, para un catálogo restringido, eso sí, en la web de Filmin.

Hay que tocar a rebato, y la industria cinematográfica debe revisar a fondo sus estrategias de distribución, y gestionar con inteligencia los diversos canales disponibles. Aquel a quien no le apetezca ir al cine (por los motivos que sea, incluyendo que no haya ninguna sla próxima, o que le resulte imposible desplazarse) tiene derecho a poder ver la película que le apetezca.

Será labor de cada canal promocionar y publicitar su uso. Los exhibidores deberán intentar convencer a los espectadores para que se desplacen a sus salas de cine, ofreciendo ventajas que les compensen por ello. Lo mismo harán las tiendas de DVS,s, las autopromociones de las televisiones o las webs que las pongan legalmente a disposición.

Al final de la cadena, al productor que ha expuesto su dinero, poco le importa que los ingresos le lleguen por la mano derecha o por la mano izquierda, o por uno de los dos pies. Siempre que el dinero acabe llegando, en cantidad suficiente, al corazón.

Y para aquellas películas que, realmente, no le interesen a nadie  en ninguna parte (exceptuando, quizá, a su propio director) la industria (y las Administraciones) tendrán que plantearse con rigor qué sentido tiene su financiación.

Utilizando las palabras de Alex de la Iglesia: Sin público, esto no tiene sentido.

JMBA

1 comentario:

  1. Efectivamente, los productores deberían aprovechar todos los canales, internet incluido, y los espectadores deberían estar dispuestos a pagar el precio final del producto, precio que debe incluir, lógicamente, los costes del canal. Por tanto, no debe tener el mismo precio el ver una peli en una sala de cine que el visionado en el ordenador de casa. Eso está claro. No obstante, subsisten dos debates:
    1) Los piratas que utilizan internet para distribuir películas sin pagar los derechos al autor o productor. Esto debe combatirse legalmente, pero ¿cómo?. ¿Penalizando al consumidor (que no tiene porqué estar informado de si el distribuidor lo hace legalmente o no) o al distribuidor (que puede estar instalado en algún país vaya usted a saber dónde), o a ambos?
    2)Los derechos de autor en sí mismos. Si compro un libro o un video, pago derechos de autor una
    vez y lo leo o veo todas la veces que quiera; lo puedo prestar, regalar, etc. Pero si veo una peli por internet en streaming, no puedo almacenar una copia, ni puedo prestarla ni regalarla; eso sí, pueden verla varias personas a la vez. Entonces, ¿los derechos de autor de un videostreaming son los mismos que el de un DVD?. Esta es una discusión más filosófica que nada, porque a mi los tres euracos por 72 horas de videostreaming me parecen bien, aunque preferiría que fueran sólo dos. Y eso es realmente lo que importa: el equilibrio entre oferta y demanda.

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