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lunes, 11 de octubre de 2010

Scalextric

A finales de los 60, el Scalextric se convirtió en objeto de deseo de la mayoría de los niños de la época (y aquí utilizo deliberadamente el género masculino). Técnicamente se trata de slot cars, es decir, coches que circulan por una pista guiados y alimentados eléctricamente por una ranura (slot). Una pista que se compone de piezas (rectas, curvas,...) y que, por tanto, tiene capacidad para adoptar morfologías bastante diferentes, según como se monten. Y cuya velocidad se regulaba con un mando elemental que era puramente un dispositivo de resistencia variable. Al pulsar a fondo el mando, se suministraba la máxima intensidad a la pista por la que circulaba el vehículo, y este alcanzaba su máxima velocidad. 
Lancia 037
(Fuente: Productos.Parabebes)

Cuando la empresa EXIN (EXclusivas INdustriales, S.A., fundada en 1951 en la calle Roger de Flor de Barcelona, y famosa por sus juegos de arquitectura a base de piezas elementales - el estadio pre-LEGO -, y por sus EXIN Castillos, basados en el mismo principio) se hizo con la licencia de  Scalextric para su distribución en España, se nos abrió el cielo. Porque mi padre conocía a alguien que trabajaba en esa empresa, y ello nos permitió un cierto trato de favor para hacernos con un circuito bastante ambicioso y varios coches. Por cierto, EXIN  cesó sus actividades en 1993, y hoy Scalextric lo produce otra empresa llamada       Tecnitoys.

Yo era por entonces un canijo aficionado, pero carente de años. Sin embargo, mi hermano con tres amigos (Toni y los hermanos Augusto y Jorge), decidieron organizar un campeonato formal de Scalextric. El tema consistía en que cada sábado por la tarde, durante la temporada, en casa de uno de los tres, se montaba un circuito de cuatro pistas, y se realizaba una carrera de mil quinientas vueltas (creo recordar), que duraba más o menos, una hora y media. Al final de la temporada se proclamaba a un ganador, sin más recompensa que el laurel virtual.
Ferrari 348, con dirección delantera
(Fuente: slot-f1)

El montaje del circuito era una tarea ímproba, a la que yo contribuía devotamente. El primer problema era que ninguno disponía de todos los elementos necesarios para montar un circuito simple (un ocho algo extendido) pero con cuatro pistas. Hacían falta curvas interiores y exteriores, dos pistas de chicane, dos pistas especiales para la contabilización (mecánico-eléctrica) del número de vueltas, con sus correspondientes torretas de señalización, así como dos transformadores (uno para cada dos pistas), y cuatro mandos para regular la velocidad de los coches. Hasta ahí la parte comunal.

Había que empezar por transportar los elementos necesarios a la casa responsable de la organización de la carrera. Lógicamente, cada elemento iba marcado para identificar a su propietario. Hacían falta, además, vallas para evitar que, en las curvas, el culeo de los coches los sacara fuera de la pista, y cuñas extendidas para simular un peralte razonable. Y también había que instalar algunos cables que se llamaban de mantenimiento de tensión, para garantizar que la corriente eléctrica suministrada por los transformadores llegara a todos los lugares del circuito.

El organizador se responsabilizaba, entonces, del montaje del circuito y de las primeras pruebas de funcionamiento. Se instalaba donde se podía y cabía. En mi casa, el lugar era el recibidor, que era lo suficientemente amplio como para que cupiera el montaje completo. Eso sí, había que retirar alguno de los muebles que habitualmente estaban allí, como las banquetas para que se sentaran las visitas, y cosas así.

Luego llegaba el gran momento, cuando los participantes llegaban al lugar escogido. Cada uno con sus coches, el bien más preciado, y que no se dejaba que los manejara nadie más que el propietario. Porque lo afinados que estuvieran los coches era el factor determinante para que ganara uno y no otro. Normalmente cada cual hacía una revisión previa, con engrasado de los ejes a base de vaselina, y sustitución de las trencillas (las piezas que aseguraban el contacto y la alimentación eléctrica de los coches sobre el circuito).
Circuito profesional de 8 pistas
(Fuente: quebarato.com)

La velocidad punta máxima era lo que se buscaba, principalmente. Y algunos coches la tenían bastante mayor que otros, por lo que siempre hubo suspicacias de posibles maniobras truculentas en la oscuridad, que nunca se demostraron.

Así se hicieron legendarios algunos vehículos que protagonizaron jornadas épicas. Por ejemplo, los F1 BRM, cuya magia era que la carrocería era la que menos pesaba. Augusto tenía uno amarillo (diabólico) y mi hermano uno naranja. Y había algunos modelos de coches de ranura que no eran originales de Scalextric, sino de otra empresa que creo que se llamaba Poly. Así, Augusto tenía un turismo al que todos llamamos durante mucho tiempo Ghia Mangustá, pero que resultó ser, después de contrastar algunos datos, un Osi Scarabeo. Sin Internet, esa era una tarea bastante ardua.

Una vez hechas todas las comprobaciones y realizados algunos entrenamientos, se procedía a poner todos los contadores a cero. Y sonaba el himno, que alguien había decidido que fuera el Limón Limonero, de Henri Stephen. Mientras sonaba, desde un reproductor de cassettes, todos lo escuchábamos en posición de respeto.

A continuación empezaba la carrera propiamente dicha. Mi papel, en esta fase, era básicamente higiénico. Bueno, debía reposicionar en sus pistas a los vehículos estrellados por excesiva velocidad o falta de pericia, con la prioridad que yo tuviera por conveniente, claro está. Y también debía realizar otra labor muy importante. Dado que los contadores sólo llegaban a las 99 vueltas (y luego volvían a 00), cada centenar debía ir anotándolo para que el cómputo final fuera correcto.

Al terminar la carrera, se proclamaba al campeón de la jornada, y supongo que habría un sistema de puntuación para establecer un campeón al final de la temporada.

Luego venía el desmontaje del circuito, habitualmente realizado ya con desgana, y la restitución a cada cual de las piezas con las que había contribuido al invento.

Con el tiempo, algunos de los tramos se deterioraban, y malamente conducían la alimentación eléctrica, por lo que había que sustituirlos por otros, o sembrar el circuito de cables para el mantenimiento de la tensión.

Luego cada cual recogía sus trastos y se iba para casa, pensando en cuáles serían las operaciones necesarias a realizar en sus coches, para ser más competitivo en la siguiente carrera. Quizá sustituir las escobillas, o los neumáticos del eje trasero, que tenían tendencia a derrapar en exceso. O a limar algo la carrocería, que trapacerías siempre ha habido, para eliminar algún gramo del peso del coche.

Según parece, el nombre de Scalextric procede de "Scale X", es decir, escala variable, que era el caso en el origen. Luego, la mayoría de coches estaban a escala 1:32, pero seguía habiendo algunas variantes. Y el "tric" venía de la alimentación eléctrica del circuito y de los coches.

Hoy este tipo de circuitos se han sofisticado al extremo. Por supuesto, la contabilización de vueltas es digital, la variedad de pistas es enorme, para simular toda clase de circuitos, hasta de rallies, pistas que se cruzan, coches con faros que se iluminan, etc. etc. Y hasta existe un Digital System, que permite circular varios coches por la misma pista y adelantarse y demás.

Pero, a pesar de todo, organizar hoy un campeonato parecido supondría, más o menos, las mismas tareas que entonces. La diferencia es que entonces no existían videoconsolas ni ordenadores domésticos, ni sesenta canales de televisión. De hecho, la televisión era binaria (podía estar encendida o apagada, y eso era todo). Y el Scalextric, durante un tiempo, fue nuestra diversión para los sábados por la tarde.

De repente miras hacia atrás, y casi te da vértigo, tú.

JMBA

1 comentario:

  1. JM, tú muy bien ligas en este artículo los scalextrics con las infancias del final de los 60. Es curioso que en un plazo de 5 o 6 años, se pasó de los trenes elétricos (que por entonces eran robustos, de hierro),al scalextric. Las locomotoras de los trenes eléctricos de por entonces simulaban tener locomotoras de vapor.
    Yo, por ejemplo que soy unos cuantos años mayor, no jugué con los scalextrics, de los que sin embargo, sí gozaron mis primos más pequeños.
    Lo nuestro fueron los trenes todos de metal y pesados-nada de plástico-, aunque he de decir que tremendamente divertidos.
    Curiosos todos estos gadgets de la civilización de consumo. Nos van preparando para cuando somos mayores.

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