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viernes, 14 de enero de 2011

Ciudadanos Armados, ¿seguridad o peligro?

Al hilo el artículo sobre la Segunda Enmienda que publiqué el miércoles (sobre el derecho de los ciudadanos estadounidenses a portar armas), mi buen amigo Max ha aportado algunos hechos que resultan estremecedores para cualquier ciudadano europeo occidental.
Llavero con la bandera sudista (trece estrellas por los
trece estados que se secesionaron en la Confederación)
y el eslógan Si saqueas, Disparamos
(Fuente: zazzle.es)

Su comentario tiene que ver con lo que parece ser un eslógan que tiene fuerte gancho para muchos ciudadanos americanos: U Loot, We Shoot (traducción libre: si saqueas, disparamos). Tiene que ver con la formación de patrullas armadas de ciudadanos, que dicen velar por el orden en situaciones comprometidas de alarma social. Por ejemplo, tras el paso del Katrina por Nueva Orléans. Podéis ver una foto de una de esas partidas de probos ciudadanos, que a mí, francamente, me aterra. Todos luciendo sus armas junto a sonrisas dentífricas, transmitiendo la excitación infantil de estar participando en un juego particularmente excitante. Dispuestos a disparar a todo lo que se mueva, a cualquiera que les parezca sospechoso.

Buceando en la Red se descubren muchas más manifestaciones en el mismo sentido. El racional que parece haber detrás de todas esas posiciones tiene que ver con las ventajas que supone el hecho de que cualquier ciudadano pueda tomarse la justicia por su mano, o incluso con el ahorro de dinero público que eso supone. Creo que la mayoría entendemos que la justicia deben administrarla aquellos a los que la sociedad ha delegado esa función (jueces, fiscales, abogados) y que todo (presunto) delincuente tiene derecho a un juicio justo y a ser defendido.
Graciosa partida de ciudadanos armados, teóricamente
para proteger al vecindario de saqueadores
(Fuente: strangedangers)

Está claro que esta aproximación garantista, habitual en todos los países de Europa Occidental, llevada al límite provoca a veces situaciones en las que la sensación es que la ley protege más al delincuente que al ciudadano honrado. Es verdad, a veces, y convendría poner remedio a estos excesos, siempre desde el Imperio de la Ley y el estado de derecho.

Sin embargo, la aproximación contraria, es decir, que cualquier ciudadano tenga derecho a defenderse y a atacar violentamente (con la pistola en la mano, en su caso) a cualquiera que piense que pueda suponer una amenaza, se presta a excesos mucho menos verificables o controlables. Es volver a los linchamientos que han hecho famosos las películas del Oeste.

En Europa estamos acostumbrados a delegar nuestra seguridad en los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Bueno, a fin de cuentas son profesionales que se dedican a esta labor y cuya actividad está estrechamente vigilada por todos los poderes del Estado, para evitar abusos. Pero el ciudadano de Estados Unidos siente por el Gobierno, lo primero, una franca desconfianza.
Otro eslógan sonoro para que
los fumadores se defiendan
(Fuente: facebook)

La existencia de este tipo de movimientos de ciudadanos armados, supone implícitamente el reconocimiento de que el Estado es incapaz de realizar esa función (por lo menos para el gusto de esos ciudadanos).

De todas formas, por lo que he podido ver en mis (poquitos) viajes por Estados Unidos, los eslóganes sonoros son banderas que son rápidamente abrazadas por muchos ciudadanos.

Hace ya algunos años, con mi amigo C. (que os presenté en otro artículo sobre un viaje a California y Nevada) tuvimos ocasión de dar una vuelta en automóvil por la Costa Este de Estados Unidos. De hecho, llegamos desde Nueva York hasta Atlanta (Georgia), pasando por Atlantic City, Washington, Virginia y las Carolinas.

Virginia es una de las zonas máximas productoras de tabaco y cigarrillos en Estados Unidos. De hecho, al borde de la carretera se encontraban frecuentemente tiendas dedicadas a su venta por cartones (a muy buen precio, dicho sea de paso). La mayoría exhibían un rótulo que rezaba: I Smoke, I Vote (Yo fumo, Yo Voto). De hecho, hoy mismo existe un grupo en Facebook bajo este nombre. A mediados de los 90 estaba recorriendo el país una ola antitabaco (que acabó triunfando por completo), y los tabaqueros de Virginia se defendían abrazando ese eslógan.

Paramos unos días en los Outer Banks de Carolina del Norte, por Kitty Hawk y Nags Head. No era temporada veraniega, por lo que no tuvimos problemas en encontrar un hotel económico en la zona. Una vez los locales se daban cuenta de que no éramos spanish (hispanos) sino Spaniards (from Spain, Europe), relajaban su natural reticencia al forastero, y se sinceraban. Más de uno nos dijo que por aquí veréis pocos negros, y si véis alguno, será el camarero. Reminiscencias del profundo Sur.

Una noche, después de cenar, fuimos a tomar una copa a un bar de la zona, donde estaban bebiendo los y las locales. Nos dimos cuenta, sin darle demasiada importancia, de que algunas chicas cuchicheaban entre ellas mirando en nuestra dirección, como si nos identificaran como forasteros y, por tanto, fuente de algún tipo de diversión diferente de lo habitual. Sentados en la barra, bebiendo alguna cosa, de repente giramos las cabezas para mirarnos de frente mi amigo y yo. La reacción fue inmediata. Aquí ya hemos estado, mejor vámonos antes de que esto se ponga más feo.
Curiosa leyenda para una camiseta que
se puede comprar por Internet.
Do The Math (Haz el Cálculo)
(Fuente: xtremejusticeink)

Y es que, al hilo del interés de las chicas, algunos muchachos se habían agrupado en otro lado del bar y también miraban en nuestra dirección, pero con caritas nada interesadas, sino más bien agresivas. Rezumaban el ancestral odio al forastero. Afortunadamente, conseguimos irnos a tiempo, y evitar la confrontación. Sin intercambiar palabra.

Con ello quiero decir que Estados Unidos es un país muy extenso y que, fuera de unas pocas zonas concretas que son de las más cosmopolitas del mundo (Nueva York, Miami, California), la mayor parte del resto es más bien América profunda, donde muchos de los conflictos del pasado nunca han cicatrizado por completo. Donde vale aquello de para qué discutir, si podemos resolverlo a h...... (o a tiros, para el caso).

Es ilustrativo consultar la web de la American Redneck Society para entender un poco mejor de qué estamos hablando. Pero, ¿quiénes son los rednecks (literalmente, cuellos rojos)?. Tal y como lo definen es esta web, el colectivo incluiría a los 45 millones de cazadores, a los 38 millones de propietarios de camionetas pick-up, a los 75 millones de fans de las carreras NASCAR y a los 80 millones de propietarios de armas, que dicen que hay en Estados Unidos. Supongo que muchos estarán en todas las categorías.

Probablemente sea relativamente sencillo encontrar muchos ciudadanos partidarios de una regulación de las armas de fuego en algunas de las grandes ciudades, pero globalmente, la aceptación del statu quo armamentístico ha crecido espectacularmente en los últimos años. A mediados de los noventa, las encuestas revelaban que un 75% de la población era partidaria de una mayor regulación de las armas. Esa cifra ha descendido dramáticamente en las últimas encuestas publicadas hasta un 44%.

Y el mimetismo alcanza cotas absurdas. Tras hacerse público que el pistolero de Tucson utilizó una pistola de marca Glock, la venta de este tipo de arma ha ascendido vertiginosamente en todo el país. No sé si el efecto tiene que ver con las ansias de emulación, o con la creencia de que es mejor poder defenderse del hombre malo con sus mismas armas.

En resumen, creo que es imprescindible que se implanten en Estados Unidos medidas mucho más restrictivas con las armas de las que existen en la actualidad. Aunque, dadas las mayorías sociales y políticas que se están perfilando, no parece muy probable que eso vaya a suceder. 

Con mucha ironía, alguien ha dicho que si se desatara una Guerra Civil en Estados Unidos, sería la más corta de la historia. Con unos 250 millones de armas de fuego en manos de los ciudadanos, los vecinos se matarían entre sí el primer día, y todo habría concluido con prontitud.

Oscuro escenario ese, y muy malos tiempos para la lírica. Y para el humor.

JMBA

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