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jueves, 18 de agosto de 2011

Para qué hablar, si podemos arreglarlo a hostias (I)



En unas pocas horas hemos proporcionado al mundo entero las evidencias más palmarias del peor cáncer que afecta a la sociedad española: la intolerancia. No basta con defender nuestros intereses; no basta con no compartir los intereses de nuestros rivales; hay que eliminarles, negarles. Porque nosotros tenemos razón y ellos no. Aunque la podamos pintar de muchos colores, esa enfermedad es la que acaba asomando siempre su fea testuz.
Cordón policial en Sol, para separar a los pros y a los anti
(EFE; Autor: Víctor Lerena; Fuente: elheraldo
Tangana en el Camp Nou tras la expulsión de Marcelo
(Fuente: lavanguardia)

España se está convirtiendo (si no se ha convertido ya por completo) en una sociedad sectaria, que carece por completo de aprecio por los matices (si es que alguna vez lo tuvo) y donde sólo existe el o conmigo o contra mí.

Este miércoles nos tocó asistir a la tangana del Camp Nou en Barcelona, y a las peleas callejeras entre los de la JMJ (católicos, papistas, o la extrema derecha, según algunos) con los contrarios a la visita del Papa, y/o a su boato, y/o a cómo se financia (los laicos o laicistas, anticlericales, perroflautas o extrema izquierda, según otros). A fin de cuentas, todos ellos una panda de intolerantes y sectarios; supongo que unos por acción, otros por omisión o incluso algunos por pura reacción.

Trataré el tema de la JMJ, la marcha laica y sus peleas en otro artículo, y en este me centraré en la tangana futbolística. Este miércoles se celebró el partido de vuelta de la Supercopa de España, entre el FC Barcelona y el Real Madrid, en el Camp Nou.
Muy buen rollo no hay, la verdad
(AP; Autor: Daniel Ochoa de Olza; Fuente: lavanguardia)

Los madridistas fanáticos (catalizados por Mourinho, todo hay que decirlo) están absolutamente convencidos de que existe una conjura galáctica en contra del Real Madrid (consiguientemente, en favor del FC Barcelona), que despliega sus alas vergonzantes para esconder a Villar, a la FEF, a Zapatero, a todos los árbitros, a la FIFA, a UNICEF y a no sé cuantos actores más, todos ellos con intereses inconfesables. Una conjura cuyo objetivo es impedir que el Real Madrid pueda ganar algún título. O, alternativamente, que el Barça gane todos los títulos; lo que al fanático madridista casi le molesta más.

Antes de los partidos se encargan de anticipar consignas, de vendarse una herida que (al menos todavía) no existe. Lógicamente, el gran beneficiado de toda esta conjura sería el otro equipo que comparte con el Real Madrid, en la opinión de muchos -que comparto-, la calidad de ser los dos mejores equipos del mundo.

Tras empatar en el Bernabeu (2-2) el pasado domingo, este miércoles el Barça consiguió ganar 3-2 en casa, en un partido reñidísimo donde se manifestaron las grandes calidades que había en el campo. Ambos equipos jugaron muy bien los dos partidos, pero con estos altísimos niveles de calidad acabó ganando el que tuvo un puntito más de eficacia. Y debería ser punto final. Enhorabuena a vencedores y vencidos, que demostraron por qué están en lo alto del fútbol mundial. Y enhorabuena al ganador, por la Supercopa; que, dicho sea de paso, sólo es un trofeo menor si no se gana.

Pero no. El sectarismo, o el victimismo (en los que es experto ese personaje siniestro y con apariencia de eternamente cabreado que se llama Mourinho) hicieron de nuevo acto de presencia. Durante el partido de este miércoles, el Real Madrid se manifestó con dureza, rayana en algunos momentos en una agresividad inaceptable. Creo que el árbitro actuó correctamente, mostró alguna tarjeta amarilla para evitar que el partido se le fuera de las manos. Parece evidente que algunos jugadores del Barça (como de todos los equipos, por lo demás) en algunas ocasiones exageran el daño sufrido por alguna entrada del contrario. Eso también es el juego.
Messi y Cristiano, durante el partido del miércoles
(AP; Autor: Andrés Kudacki; Fuente: lavanguardia)

Pero me parece inadmisible que se defienda impunemente la teoría de que las tarjetas amarillas sólo deberían mostrarse en caso de lesión del jugador rival. Las tarjetas amarillas se inventaron para amonestar a los jugadores que se manifiestan inapropiadamente agresivos o incluso crueles, y que podrían producir lesiones graves a algún jugador rival. Desgraciadamente, en el Real Madrid hay algunos jugadores que desarrollan habitualmente su juego de modo expeditivo (Pepe, Khedira está aprendiendo la mala lección, Marcelo a menudo, Sergio Ramos algunas veces). Es decir, juegan al borde de la amonestación, y no debería constituir sorpresa ni novedad el hecho de que acumulen tarjetas amarillas, o acaben expulsados en alguna ocasión.

En el partido de este miércoles, a un minuto del final del tiempo de descuento, ganando el Barcelona por 3-2, Marcelo le hizo a Cesc Fàbregas una entrada brutal, con llave de artes marciales incluida, cuyo objetivo era derribar al contrario e impedirle el avance. El árbitro no lo dudó, y sancionó la acción punible con tarjeta roja. Una expulsión que ya poco o nada podía influir en el resultado final de un partido que estaba virtualmente terminado.

Pero se organizó una tangana (según la RAE: tangana o tángana: 3. En el fútbol, follón, jaleo, pelea) absolutamente impresentable. En un momento se llenó el campo de extras, saltaron los dos banquillos propulsados por una ira irracional (entiendo que unos contra la agresión de Marcelo; otros contra el presunto teatro de Cesc, o contra el árbitro, no lo acabo de entender). Llegaron a las manos; el propio Mourinho le metió el dedo en el ojo al segundo de Guardiola (con premeditación y alevosía, de acuerdo a las imágenes que existen), que le devolvió luego una bofetada o colleja; jugadores del banquillo acabaron a tortazo limpio (Özil y Villa, los dos habían jugado, pero ya estaban en el banquillo, acabaron expulsados).

Costó restablecer el orden suficiente para poder terminar formalmente el partido.
Messi y Cesc, tras el tercer gol
(Reuters; Autor: Albert Gea; Fuente: rfi)

Pero, ¿a qué se debe esta reacción tan airada?. Pues supongo que los del Madrid porque estaban convencidos de que la conjura galáctica les había atacado de nuevo; y los del Barça porque sabían que los del Madrid iban a decir eso y para quejarse de una dureza en el juego que lo aleja del fair play que siempre es lo deseable.

Y hoy, el día después, en esta sociedad en la que parece que solamente existe el sectarismo del blanco o negro, todos tienen que mojarse: pero tú a favor de quién estás.

Yo pienso que la realidad es mucho más compleja y completa, tiene muchos más matices. Los dos equipos jugaron muy bien los dos partidos. Los jugadores del Real Madrid se emplearon con bastante dureza, y corrían el riesgo de cargarse de tarjetas amarillas o incluso acabar con algún jugador expulsado. Algunos jugadores del Barça acabaron cayendo en la misma trampa, y protagonizaron algunos gestos desabridos o cometieron faltas innecesarias. Creo que no se pueden hacer muchas críticas fundadas a ninguno de los dos árbitros. La realidad es que el FC Barcelona tuvo ese puntito de mayor eficacia que le llevó a empatar su partido en campo contrario, y a ganar el de casa.

Con lo que se ganó todo el derecho a levantar la Supercopa.

Punto final. Aunque nos obligaran a presenciar escenas tan bochornosas entre dos equipos del máximo nivel mundial. Personalmente creo que Mourinho, con su cara permanente de cabreo y con sus manifestaciones extemporáneas, le está haciendo un flaco favor al fútbol, nacional, europeo y mundial. Porque está consiguiendo que el fanático intolerante larvado que habita en todo hincha se manifieste en toda su crudeza.

Ese falangista sarcástico que fue Agustín de Foxá describía así la España que veía: [Los españoles están] condenados a ir siempre detrás de los curas, o con el cirio o con el garrote. En estos días tristes, en que hay que demostrar hasta lo evidente, da la sensación de que a todos nos toca ir detrás de los jugadores de fútbol, o para llevarles a hombros o para darles collejas y patadas.


Si todos acaban posicionándose contra el rival y sus modos, métodos y comportamientos, ¿quién c... está a favor del buen fútbol?.

Patético, si no fuera tan triste.

JMBA

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