Estamos viviendo unos días muy movidos en los mercados, las Bolsas, y así. Las dudas sobre Irlanda, y la confirmación de que necesita una inyección de liquidez para rescatarla (al no poder ya devaluar la Libra Irlandesa, que dejó de existir en beneficio del Euro), han provocado diversas convulsiones.
Análisis técnico del índice EUROSTOXX50 (Fuente: labolsaporantonomasia) |
Los políticos, para justificar estas alteraciones brutales de las cotizaciones (el IBEX35 perdió más del 5% de su valor en solamente dos días) hablan siempre de que estamos sufriendo el ataque de los mercados. Grecia ya tuvo que ser rescatada, y ahora Irlanda. Portugal y también España están bajo sospecha. Y Alemania se encarga de ir amenazando con que la propia supervivencia del Euro está en entredicho. Si pudiésemos esperar algún éxito con la petición, levantaríamos la mano para que paren la noria, que queremos apearnos. Pero esto no funciona así.
Pero, ¿qué es lo que hay detrás de los ataques de los mercados?. Voy a intentar dar algunas pinceladas para que, quien no se dedica a las finanzas, pueda entender algo.
Hace años, leímos en la Prensa que el mercado estaba atacando con firmeza contra la Libra Esterlina. Luego supimos que el líder de ese ataque era George Soros, y el tema consistía básicamente en la venta masiva de Libras para comprar dólares, por ejemplo. Y eso fuerza necesariamente la cotización a la baja. Si vendes mil libras, nada sucede. Pero si vendes varios miles de millones de libras, eso actúa sobre el mercado, rebajando la cotización.
El único principio inmanente es que el dinero, el capital, persigue el máximo beneficio. Y con la globalización, no importa en qué parte del mundo se puede encontrar ese beneficio máximo, ya que el capital es el único bien que está efectivamente globalizado, y se mueve sin demasiadas trabas de un lugar a otro, buscando los puntos adicionales de rendimiento, o lo que sea.
Tradicionalmente, cualquiera que juega en los mercados apuesta a comprar barato y poder vender más caro. Con las acciones convencionales, este es el procedimiento. Hay que desembolsar la totalidad del precio de lo que se compra, y luego se tienen esas acciones en depósito en alguna entidad o broker. Si la empresa da beneficios y distribuye dividendos, se pone la mano y se pilla un rendimiento explícito de esos bienes. Si sube la cotización, y estimamos que el beneficio es suficiente, hacemos caja, vendemos y realizamos el beneficio. En el fondo, sencillo como el mecanismo del botijo. Sólo que, en la actualidad, que el precio suba o baje cada vez tiene menos que ver con el valor real de ese bien, y más con las especulaciones que implementan los diversos actores del mercado.
Desde los años 90 del siglo pasado, aparecieron otras opciones de inversión, progresivamente más sofisticadas, y menos al alcance de cualquier inversor privado. Se trata de las llamadas posiciones cortas, es decir, apuestas a la baja. Se trata en general de productos apalancados (leveraged), es decir, que solamente se desembolsa una parte de la apuesta, por lo que, mientras se mantiene la posición, puede haber intereses por el capital prestado por otros para esa apuesta. Al cerrar la posición, se regularizan los ingresos y gastos, y, en su caso, se percibe el beneficio obtenido. Al tratarse de apuestas a la baja, el inversor consigue beneficios si la cotización del valor (índice, divisa, materia prima, o lo que sea) efectivamente ha descendido. Lo que, para cualquiera no drogado con los mercados, es un contradiós.
Con el tiempo, han aparecido instrumentos financieros más accesibles para el pequeño inversor para realizar este tipo de operaciones. Un buen ejemplo son los llamados CFD (ó Contratos por Diferencia), con los que se pueden tomar posiciones largas (apuesta al alza) o cortas (apuesta a la baja). Podéis ver un ejemplo de cómo funciona esto en IG Markets. La gracia de estos instrumentos es que son apalancados, es decir, que sólo se desembolsa efectivamente una parte de la apuesta. Si tomamos un valor del IBEX35, por ejemplo, el Banco de Santander, un inversor puede tomar, mediante un CFD, una posición (larga o corta) sobre ese valor por importe de 100.000 Euros, pero desembolsando solamente un cinco o un diez por ciento de ese valor. Pero, cuidado, hay que tener en cuenta que, al deshacer la posición, los beneficios (o pérdidas) corresponderán a los 100.000 euros apostados (pero no desembolsados). Podemos, pues, multiplicar las ganancias (o las pérdidas). A que suena arriesgado, ¿que no?.
Con todo este tipo de instrumentos, y, lógicamente, los que tienen a su disposición los grandes capitales internacionales y los grandes fondos de inversión o de pensiones, es posible construir lo que habitualmente se conoce como un ataque de los mercados contra un valor, índice, o lo que sea.
En una situación más convencional de los mercados, la confianza o desconfianza en un valor se caracterizaban por la compra o la venta de acciones (para reinvertir, en su caso, el dinero obtenido en otros valores más fiables, según el criterio del inversor). Con todos los sofisticados instrumentos financieros de este Mercado-Casino que se ha ido construyendo a partir del triunfo del capitalismo salvaje en USA y Reino Unido (Reagan y Thatcher como grandes sacerdotes), los ataques se sustancian en forma de toma de posiciones cortas. Con el apalancamiento, este efecto se multiplica, y se acaban produciendo las caídas a plomo de aquellos valores sometidos a ataque global.
El famoso Bin Laden (codiciado y en paradero desconocido) (Fuente: jlavado) |
En el mercado, si tomas posiciones cortas por mil Euros contra un valor, sacarás beneficio si el valor efectivamente sufre una bajada en su cotización. Si tomas posiciones cortas por diez mil millones de euros (desembolsando, a lo mejor, sólo el 10% de esa cantidad), estás forzando la cotización del valor a la baja.
Siempre hay que tener claro si tú eres de los que crea olas en el mercado, o de los que sólo surfea en las olas que otros han creado.
Además, todas esas posiciones acostumbran a tener umbrales (de subida o de bajada) en que las posiciones se deshacen automáticamente. Por ejemplo, tomas posición corta en un valor a 10 Euros de cotización, y creas un automatismo para deshacer la posición (es decir, hacer caja) cuando su valor llegue a 9 Euros, por ejemplo. Por eso se acaban creando oleadas y picos y valles, y el profano nunca consigue ver una tendencia general clara, lo que queda para los analistas técnicos de valores.
Como esos automatismos también se emplean en las posiciones largas (apuestas al alza), es muy raro ver un valor cuya cotización crezca persistentemente día a día durante un período largo. Si se ha apostado unos miles de millones de euros en una posición larga para el valor X, con cotización 10 euros, con el automatismo de deshacer la posición (repito, hacer caja) cuando llegue a 11 Euros, la alegría de verlo subir se convertirá en pena porque, al llegar a los 11 Euros se desencadenan ventas masivas del valor, que hacen descender de nuevo su cotización. Esta es parte de la explicación de los clásicos dientes de sierra que siempre muestran los gráficos de la Bolsa.
Este es el mecanismo básico que está detrás de los ataques del mercado contra el IBEX35, o contra la Deuda Soberana de España, o contra el valor que sea. Por eso en los mercados suceden cosas que nadie puede entender, sin ser conscientes de estos movimientos, instrumentos y mecanismos sofisticados que actúan por debajo. Alemania, especialmente, se queja mucho de los PIGS en la Unión Europea. Pero habría que conocer el volumen de posiciones cortas que los grandes Bancos alemanes, o sus fondos de inversión o de pensiones, tienen contra, por ejemplo, la Deuda Soberana de España.
Este último año hemos asistido, por lo menos, a dos episodios singulares en que estos mecanismos se han descontrolado por diversas razones. Una de ellas fue la estafa que cometió Jérôme Kerviel contra Societé Generale, donde trabajaba. Parece que sin demasiados controles, tomó posiciones muy arriesgadas por hasta 50.000 millones de euros. Una vez deshechas todas las posiciones, quedaron pérdidas por unos 5.000 millones de euros. Una tarde, en Wall Street, se vivió una situación de pánico electrónico, los movimientos del mercado alcanzaron algunos umbrales en los que se desencadenaron cientos de miles de intentos de deshacer posiciones, lo que llevó a un descalabro de los índices. Se produjo una auténtica reacción en cadena, ya que al bajar las cotizaciones, se iban alcanzando los umbrales definidos para más posiciones, que se sumaban inmediatamente a la algarabía vendedora. Al no haber liquidez (demanda), las cotizaciones cayeron a plomo. Y todo ello sin intervención humana, sólo porque los ordenadores tenían colocados semáforos en determinados niveles de precio, y, al alcanzarse, se pusieron todos verdes de golpe. De hecho, la Autoridad de Wall Street tuvo que cancelar, al día siguiente, todos los movimientos realizados a partir de esa situación de descontrol. Y revisar, de paso, los algoritmos utilizados en los ordenadores.
No lo olvidemos, es genuino que el capital y el dinero persigan los máximos beneficios. Pero es perverso que sea posible ganar dinero apostando, también, a la baja, y encima desembolsando solamente una parte de la apuesta.
En fin, si no quieres correr el riesgo de que esos engranajes te machaquen las manos, mantén tus dedos lejos de ellos.
JMBA
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