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martes, 18 de octubre de 2011

Alaska 1996 (1): Fairbanks y el Denali National Park

Alaska se convirtió en Enero de 1959 en el estado número 49 de los Estados Unidos. Tras ser un territorio, durante varios siglos, frecuentado por cazadores y comerciantes de pieles, principalmente rusos, en 1867 los Estados Unidos compraron Alaska a Rusia por 7,2 millones de dólares estadounidenses. De los años de pertenencia a Rusia queda constancia en la arquitectura de la ciudad de Sitka, que fue su capital durante un tiempo. El 18 de Octubre, en conmemoración de la compra del territorio a Rusia, se celebra el Día de Alaska.
Terminal en Fairbanks del Alaska Railroad.
(JMBigas, Agosto 1996)

Es el estado más extenso de todo Estados Unidos (con sus 1.717.854 kilómetros cuadrados), pero está entre los menos poblados (el nº 47, con 710.231 habitantes). Junto a Hawaii, es el único estado federal que no limita con ningún otro estado de la Unión. En Alaska está la montaña más alta de todo Estados Unidos, el McKinley (6.194 msnm).

Su riqueza fueron primero las pieles de animales. A finales del siglo XIX se desató la fiebre del oro del Klondike, que afectó a los territorios del Yukón (Canadá) y Alaska. De hecho el río Yukón cruza toda Alaska de este a oeste, hasta su desembocadura en el mar de Behring. Y en 1968 se descubrió la existencia de importantes bolsas de petróleo en la costa ártica (Prudhoe Bay). En 1977 se inauguró el oleoducto trans-Alaska, de 1269 kilómetros de longitud, que une la costa ártica con el puerto de Valdez, en la Prince William Sound, una inmensa bahía abierta al Océano Pacífico, que permite el acceso de grandes buques petroleros. De hecho, en 1989 se produjo allí la que se considera como una de las mayores desgracias ecológicas del mundo contemporáneo, al encallar allí el Exxon Valdez y derramar al mar entre 42.000 y 130.000 metros cúbicos de crudo.
El oso (el de la izquierda) está disecado
en el Museo de la Universidad de
Alaska, Fairbanks.
(JMBigas, Agosto 1996)

La longitud de las costas de Alaska es superior a la suma de la de todos los demás estados de la Unión. A ello contribuye, por una parte, el rosario de las islas Aleutianas, que se extiende en arco por el Pacífico Norte, hasta las proximidades de la península rusa de Kamchatka. Y, por otra parte, la franja costera llamada Southeast Alaska, que está plagada de islas. Esto permite una navegación confortable por el llamado Inside Passage (al abrigo de las islas), lo que atrae a muchos grandes barcos de crucero a las ciudades del sudeste de Alaska (Juneau, Ketchikan,...).

Alaska limita al este con Canadá; con el Territorio del Yukón su península principal, mediante una frontera en forma de línea recta perfecta que sigue el meridiano; con la Columbia Británica la franja del Southeast Alaska, pero separada por una cordillera costera que la hace prácticamente inaccesible por tierra. De hecho, la capital de Alaska, Juneau (pop. 31.275), que está en la franja del Southeast Alaska, es accesible únicamente por mar o por aire.

Sólo el estrecho de Behring, helado muchos meses al año, la separa de la Siberia rusa. Eso facilitó las primeras migraciones de pueblos asiáticos, y la posterior colonización rusa, especialmente orientada al comercio de las pieles.
Uno de los Pigs (Cerdos) utilizados para el mantenimiento
del oleoducto trans-Alaska.
(JMBigas, Agosto 1996)

Todo ello le da a Alaska una importancia geoestratégica y militar muy significativa. Seguramente es eso lo que justifica que sea parte del territorio de los Estados Unidos y no esté integrado con Canadá, lo que, geográficamente hablando, sería más razonable.

En 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, cundió la alarma de que la armada japonesa pudiera atacar las islas Aleutianas, provocando un bloqueo en el acceso marítimo a Alaska. De hecho, los japoneses invadieron alguna de las Aleutianas más occidentales, lo que representa prácticamente el único ejemplo de episodio bélico dentro del territorio de Estados Unidos en todo el siglo XX. Por ello se decidió la construcción de una carretera para acceder a Alaska por tierra, cruzando Canadá. Originalmente, recorría 2237 kilómetros entre Dawson Creek, Columbia Británica y Delta Junction, Alaska, via Whitehorse (Territorio del Yukón). En ambos extremos se unía con otras carreteras ya existentes. Algunos cambios posteriores del trazado han acortado algo su longitud. Con un despliegue sin igual de medios técnicos y humanos, se construyó en unos pocos meses. Hoy se puede recorrer la Alaska Highway (también conocida como ALCAN) para llegar por tierra desde (por ejemplo), San Francisco, Seattle o Vancouver hasta Anchorage. Cruzando, eso sí, grandes extensiones de territorios prácticamente deshabitados.
Fuente con una escultura dedicada a los primeros
pobladores de Alaska, junto al río Chena, en Fairbanks.
(JMBigas, Agosto 1996)

Aunque algunas zonas costeras tienen un clima océanico relativamente clemente, el interior de Alaska y la zona ártica tienen un clima muy extremo. Temperaturas de -20ºC son habituales en Fairbanks, por ejemplo, y se han llegado a registrar hasta -62ºC (en enero de 1971) en Prospect Creek.

El aeropuerto internacional (Ted Stevens) (construido en 1951) de Anchorage (pop. 291.826) tomó importancia internacional al formar parte de la ruta polar que unía Europa con Japón y el Extremo Oriente (desde los 60s hasta los 80s). Pero perdió relevancia al abrirse la ruta más natural, cruzando Siberia y China. Aunque ha conservado gran importancia en el movimiento de carga, siendo el quinto aeropuerto mundial en este capítulo (tras Hong Kong, Memphis, Shanghai y Seúl). Para Alaska Airlines, Anchorage es su segundo hub principal, tras Seattle.

En Alaska, al resto del territorio continental de los Estados Unidos se le conoce como mainland o más habitualmente como lower 48, en referencia a los 48 estados que lo conforman.

* * *

En Agosto de 1996 tuve ocasión de realizar una visita bastante completa a Alaska. Para el imaginario de un europeo occidental (o incluso de un estadounidense de los lower 48), Alaska es casi una leyenda, la de la última frontera. Una tierra donde la Naturaleza es la reina, que brinda paisajes sobrecogedores y que permite la proximidad con fauna de todo tipo (de forma singular, osos y cérvidos, entre los grandes mamíferos). Para los ecologistas es un paraíso que debería mantenerse impoluto. De hecho, existe una batalla legal contra la extensión de las actividades de extracción petrolífera en el Ártico, que podría llegar a afectar al ANWR (Arctic National Wildlife Refuge), una extensión de 78.000 kilómetros cuadrados en el noreste de Alaska, junto a la frontera con el canadiense Territorio del Yukón.
Hidroavión en el embarcadero de una casa junto al río
Chena en Fairbanks, Alaska.
(JMBigas, Agosto 1996)

Volamos desde España hasta Seattle, donde hicimos una breve estancia de un par de días (que ya os contaré en otra ocasión). Desde Seattle volamos hasta Fairbanks (pop. 31.535), la ciudad más importante del interior de Alaska. A pesar de ser el mes de Agosto, nos encontramos allí temperaturas en el entorno de los 10-15ºC, incluso por debajo de los 10ºC a primera hora de la mañana.

Fairbanks es una pequeña ciudad que, durante los largos meses de invierno, debe ser prácticamente fantasmal. Está situada 194 millas al sur del Círculo Polar Ártico, por lo que no llega a haber allí Sol de Medianoche. De todas formas, en el solsticio de verano, hay solamente poco más de dos horas en que el Sol está por debajo del horizonte, provocando un cierto crepúsculo, pero no la obscuridad absoluta.
Gran rueda de palas trasera para la propulsión del barco fluvial
Discovery III, en el río Chena, Fairbanks, Alaska.
(JMBigas, Agosto 1996)

Turbina propulsada por el río Chena, en Fairbanks, Alaska.
(JMBigas, Agosto 1996)

Fairbanks es la capital del interior de Alaska y de la zona ártica. Tiene la apariencia de un poblado del Oeste, pero es bastante extensa, sobre las riberas de los ríos Chena y Tanana. Está muy preparada para la movilidad mediante vehículos privados, con abundancia de aparcamiento frente a los diversos negocios. Salvo en reducidas zonas del centro (downtown), un peatón es digno de toda sospecha. Y en invierno, además, un suicida.
Secadero y ahumadero de salmones, junto al río Chena, Fairbanks, Alaska.
(JMBigas, Agosto 1996)

Ejercicio de trineo tirado por perros, junto al río Chena, en Fairbanks, Alaska.
(JMBigas, Agosto 1996)

La distancia desde Seattle hasta Fairbanks (en línea recta) es prácticamente de 2.300 millas, por lo que el vuelo duró más de cuatro horas. Acabamos llegando al hotelito en Fairbanks hacia las dos y media de la madrugada. Habíamos contratado desde España un tour organizado que nos llevaría por diversas partes de Alaska en unos cuantos días. En Fairbanks nos habían reservado un hotelito modesto pero con todas las comodidades (el Bridgewater Hotel, 723 First Avenue). Íbamos a pasar dos noches ahí (bueno una y media, que la primera fue muy cortita).
Pieles de osos en un mercado nativo junto al río Chena,
en Fairbanks, Alaska.
(JMBigas, Agosto 1996)

A las ocho y media de la mañana siguiente ya estábamos en orden de marcha. Dimos un pequeño paseo matinal por los alrededores del hotel. La Primera Avenida bordea el río Chena. A dos manzanas del hotel hay un puente para cruzarlo hacia su ribera norte. A muy poca distancia está la terminal del Alaska Railroad, el extremo norte del escaso sistema ferroviario de Alaska, pero desde luego el ferrocarril más septentrional de América.

Para esa mañana, el tour nos tenía reservadas dos atracciones mayores. Primero, una visita al Museo de la Universidad de Alaska, prioritariamente dedicado a ilustrar el estilo de vida en esas tierras inhóspitas, y la fauna de la región, con el oso como protagonista principal. A continuación visitamos una sección del oleoducto trans-Alaska, en las cercanías de Fairbanks. Especialmente curioso fue ver los mecanismos utilizados para la limpieza del oleoducto, mediante una especie de vagonetas que circulan por su interior cuando se requiere algún tipo de mantenimiento. Unos vehículos a los que llaman Pigs (Cerdos), seguro que por algún motivo que yo ignoro. 
De madrugada, la fuente estaba rodeada de esta espuma
o niebla. Golden Heart City, Fairbanks, Alaska.
(JMBigas, Agosto 1996)

El subtítulo como ciudad de Fairbanks es Golden Heart City (Corazón Dorado o Corazón del Oro). Y, junto al hotel, al otro lado del puente, teníamos una pequeña plaza llamada así, Golden Heart Plaza, en la ribera del río Chena. Antes de abordar la actividad de la tarde (un crucero por el río Chena) dimos un paseo hasta esa plaza. En ella hay dos elementos singulares: de una parte, una fuente con una escultura en el centro, dedicada a los primeros pobladores de Alaska; de otra, un poste indicador con las distancias en línea recta desde ahí hasta muchas otras localidades de Alaska, y a ciudades de todo el mundo. Según él, la distancia a Seattle era de 2.297 millas, y la distancia a Madrid de 6.844 millas.
Panel indicador de distancias, en
Fairbanks, Alaska.
(JMBigas, Agosto 1996)

Por la tarde embarcamos en el Discovery III, un buque fluvial de cuatro puentes con una gran rueda trasera de palas para la impulsión. Navegamos por el río Chena hasta su unión con el Tanana. En sus riberas vimos detalles extremadamente curiosos. Para empezar, muchas casas que tenían una pequeña avioneta en el patio trasero, o un pequeño hidroavión en el embarcadero. Este tipo de vehículos forma parte de la cultura cotidiana de los habitantes de Alaska. De hecho, Alaska es el territorio del mundo con un mayor número de licencias de piloto por mil habitantes. La avioneta o el hidroavión es como el utilitario para nosotros.

Había recursos de todo tipo junto al río. Pasamos por un pequeño secadero y ahumadero de salmones, cuya energía eléctrica provenía de un molino de palas impulsado por el propio río. El crucero fluvial incluía alguna atracción en la ribera (sin desembarcar), como un arrastre de trineo por perros. Las explicaciones (siempre en inglés) las realizaban en tierra con un micrófono inalámbrico, que sonaba por la megafonía del propio barco. Vimos también un cercado con ciervos (o caribús).
Vagones del Alaska Railroad, maniobrando en la terminal
de Fairbanks.
(JMBigas, Agosto 1996)

Finalmente desembarcamos en un pequeño mercado nativo típico, cuyo atractivo principal eran las prendas de abrigo fabricadas con pieles de diversos animales. Y luego, de vuelta al origen.

Una excursión por el río Chena francamente recomendable, ya que en unas pocas horas nos aportó una visión bastante completa de algunas de las actividades tradicionales que se desarrollan en esas regiones tan inhóspitas.

Para la mañana siguiente, debíamos embarcar a las ocho y media de la mañana en el ferrocarril, para recorrer hacia el sur las 120 millas de distancia hasta el Parque Nacional Denali. A primera hora dimos un paseo hasta la plaza de la fuente y ¡oh, sorpresa!, la fuente estaba cubierta de una masa blanca de espuma ligera o casi niebla, que atribuimos a algún curioso efecto térmico de la fría madrugada. Aunque pudiera ser que algún borracho hubiera volcado durante la noche una garrafa de detergente en la fuente.
Panorámica del Denali National Park, desde el hotel junto a la entrada
del parque.
(JMBigas, Agosto 1996)

El Jackpot, un Alce (moose), casi junto al camino en el
Denali National Park and Preserve.
(JMBigas, Agosto 1996)

Nos trasladaron a continuación desde el hotel hasta la terminal del ferrocarril en un autocar. Durante todo el viaje por Alaska estuvimos integrados en grupos de turistas que al 90% eran estadounidenses y donde prácticamente no había ningún otro visitante europeo que mi padre y yo. El equipaje lo embarcaron en vagones separados y dedicados. En Denali directamente nos lo hicieron llegar a nuestra habitación en el hotel, por lo que la comodidad fue máxima.

El tren llevaba vagones panorámicos de distintas compañías turísticas (Princess, McKinley Experience,...) pero nosotros viajamos en los clásicos vagones amarillos del Alaska Railroad, con alguna zona panorámica en un piso superior. A pesar de que la distancia no era muy grande, el viaje tomó prácticamente cuatro horas, y llegamos al Denali National Park pasado el mediodía, tras una breve parada en la localidad de Nenana, a mitad de camino.

El Denali National Park and Preserve cubre una extensión de 24.585 kilómetros cuadrados en el Interior de Alaska, e incluye el monte McKinley, llamado Denali en el lenguaje de los nativos.
Panorámica del monte McKinley (6.194 msnm) desde la avioneta.
(JMBigas, Agosto 1996)

El Monte McKinley, desde la avioneta con la que lo rodeamos y sobrevolamos.
(JMBigas, Agosto 1996)

Allí nuestro hotel era uno de los que hay en las cercanías de la entrada al parque. Por la tarde hicimos una ruta bastante completa en uno de los autobuses del Parque, desde el que pudimos divisar varios grupos de osos pardos y grizzlies, así como bastantes caribús y hasta el jackpot, un alce (moose) muy apreciado porque es el cérvido de mayor tamaño y muy raro de ver.

Al día siguiente partíamos a las dos de la tarde por carretera en dirección a Anchorage. Pero teníamos la mañana libre y decidimos contratar un tour en avioneta para ver de cerca el monte McKinley. Tuvimos suerte, porque la mañana estuvo bastante despejada, y pudimos tener un vuelo plácido con unas vistas excelentes de las laderas blancas del McKinley. La avioneta era muy pequeñita, sólo cuatro plazas y el piloto. La compartimos con una pareja de neozelandeses.

Por la tarde salimos dirección a Anchorage, por la George Parks Highway.

Pero esa ya es otra historia.


(En el siguiente capítulo, visitaremos Anchorage y la Prince William Sound).

JMBA

2 comentarios:

  1. Realmente interesante. Feliidades.

    Rodrigo de viajeros.com

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  2. Es increíble. Un relato magnífico.

    Ester de viajeros.com

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