Baltasar Garzón, juez que fue de la Audiencia Nacional, tiene la especial habilidad de no resultar indiferente a absolutamente nadie. Claro que eso parece obligar a todo el mundo a estar de su lado y apoyarle, o a ser su enemigo y contribuir a su linchamiento.
Baltasar Garzón, durante el juicio que se le está siguiendo en el Tribunal Supremo por las escuchas del caso Gürtel (Fuente: que-es) |
Garzón viene a demostrar el carácter profundamente maniqueo de este país. O conmigo o contra mí, sin más matices.
Estos días se está celebrando en el Tribunal Supremo uno de los juicios que tiene pendientes, en particular el que se refiere a las escuchas presuntamente ilegales ordenadas por Garzón a los imputados de la trama Gürtel y a sus abogados defensores. La línea de la defensa va por el camino de indicar que los abogados defensores de los capos de la trama eran parte muy integrante de la trama corrupta, y peones de los movimientos ilegales de capitales, y demás.
Personalmente, esta pretensión me parece más que plausible, conociendo un poco el percal y la catadura de los Correas, Bigotes y asociados, y sus relaciones con los amiguetes políticos (Camps, Costa y compañía). Sin embargo, la Justicia nunca puede estar por encima de la Ley. Sin estar imputados, las conversaciones entre los acusados y sus abogados defensores están protegidas por la Ley (salvo en los casos de terrorismo, creo). Por lo tanto, la iniciativa de Garzón, incluso suponiéndole la mejor de las intenciones justicieras, era y es ilegal. Por pura coherencia, un juez nunca debe realizar acciones ilegales, y deberá ser castigado si quiebra ese principio que le obliga, si cabe, todavía más que a un ciudadano corriente.
Un Estado de Derecho no debe nunca aceptar que el Fin justifica los Medios. Sólo veo una excepción, que ya he defendido en otras ocasiones, cuando se habla de las alcantarillas del Estado. Por donde se mueven las ratas, es inútil intentar mantener las manos limpias todo el tiempo.
Pero la Justicia es una de las actividades que debe preservar la máxima transparencia y un total respeto de la Ley.
Garzón es conocido por sus instrucciones a menudo descuidadas, que han acabado provocando resoluciones denegatorias en otras instancias. Da la sensación de que se arroga una posición personal que le situaría por encima de la Ley. Y eso, simplemente, no es posible ni aceptable. A veces me recuerda a uno de los viejos del lugar en una multinacional para la que trabajé muchos años, que siempre me decía, ¿pero tú has visto alguna vez echar para atrás algún contrato, aunque llegue manchado de vino, si llega firmado por el cliente?.
En la Justicia, por el contrario, no puede haber dudas, y todos los procedimientos deben realizarse por completo con luz y taquígrafos. Es el último eslabón del Estado de Derecho y, sin vacilaciones, debe aceptar todos los condicionantes que, con seguridad, acabarán provocando que algún culpable no pueda ser castigado, a cambio de que nunca jamás un inocente pueda ser condenado.
Garzón, desde hace muchos años, ha tenido una vertiente pública y mediática que creo que le ha perjudicado mucho, y le ha ganado rivales o enemigos muy poderosos. Su aceptación a participar en las listas al Congreso por el Partido Socialista, a invitación de Felipe González, le convirtió en enemigo político de las otras formaciones, muy singularmente del PP y su séquito.
Gaspar Llamazares, de IU, ha tildado el juicio de linchamiento político y corporativo. (Fuente: laregion) |
Es bueno, y muy higiénico, además, que de un juez sólo se conozcan sus actuaciones judiciales, sus instrucciones y sus sentencias. No es bueno que se convierta en una figura mediática, cuyas actuaciones en otros ámbitos muy alejados de la Justicia sean noticia.
Se dice que los banqueros son personajes vestidos con un traje gris y una corbata azul (bueno, Botín lleva corbatas rojo corporativo), de los que no se conocen otras intimidades. Cuando Mario Conde rompió esa norma jamás escrita, el statu quo le centrifugó: ese advenedizo no es de los nuestros. Algo parecido le está pasando a Garzón, que tiene muchos enemigos en su propia casa, muchos jueces que preferirían que Garzón no existiera. O, por lo menos, que no fuera juez.
Visto así, lo más saludable hubiera sido que el tema Garzón fuera tratado por Asuntos Internos. Pero como eso no existe, sus enemigos se han visto obligados a instruir juicios que, a fin de cuentas, tienen demasiados elementos torticeros y tomados por los pelos como para que la opinión pública pueda verlos como meros actos judiciales, y muchos hablen puramente de linchamiento moral, personal y profesional. Por eso se producen las movilizaciones de, especialmente, partidarios, que pueblan los alrededores o invaden la propia sala del juicio.
Desde luego, Garzón no es inocente. Como mínimo, es culpable de perseguir una relevancia o notoriedad personal a través de su actividad como juez. Pero romper una norma no escrita no le puede llevar ante los tribunales, y es por eso que los juicios que le están montando en su contra suenan a forzados y casi a venganza política o gremial.
Su intento de investigación de los crímenes del franquismo es, sin duda, un proyecto loable, pues se trata de una asignatura pendiente de la historia reciente de España, que en algún momento habrá que esclarecer. Pero no puede llevarlo adelante a pesar de demasiadas cosas en contra de que sea él o su juzgado quien lo haga. Un Estado de Derecho debe caracterizarse por el Imperio de la Ley. Y eso Garzón se lo ha pasado por el forro demasiadas veces, con fines seguro que muy loables, pero quebrando la forma y el procedimiento. Si aceptáramos que alguien (un juez, además) quebrara la ley persiguiendo objetivos que nos resultan muy queridos, estaríamos condenados a aceptar también que otros lo hicieran persiguiendo objetivos que nos resultan odiosos.
Mejor cortar de raíz ese círculo vicioso.
JMBA
Pues ya que lo dices, Bigas, yo soy de los de la segunda trinchera.
ResponderEliminarSoy de los que deplora a ese juez.
Siempre le han criticado de ser un juez estrella.
Yo en cambio, lo veo al revés: Creo que es una estrella que, cuando no actúa, trabaja como juez.
Todos sus casos han sido particularmente ruidosos y con escasos resultados prácticos.
En particular, el caso Pinochet estaba claro desde el principio que no iría a ninguna parte.
Defecó sobre las víctimas del franquismo haciendo ver que iba a juzgar a un muerto.
Aparcó temporalmente el caso GAL para poder presentarse con los sociatas a las elecciones y sólo lo retomó por despecho porque no le dieron lo que él esperaba.
Para nada estoy insinuando que Barrionuevo y Vera fueran inocentes pero no eran más culpables que los millones de españoles que mirábamos para otro lado cuando el GAL actuaba.
Ahora me duele que se dedique a hacerse fotos con los indígenas colombianos. Necesita que lo canonicen por lo civil, cosa que se consigue con el Premio Nobel de la Paz.
Un abrazo y disculpa mi causticidad pero este pájaro me recordó siempre a algunos colegas de la Bull que hacían mucho ruido para medrar en la empresa pero no vendían ni un bolígrafo.
Santi