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lunes, 25 de julio de 2011

La Matanza de Noruega

Debo reconocer que las primeras informaciones de este viernes sobre el atentado terrorista en Oslo y la matanza en la isla de Utoya sembraron en mí la confusión. Me parecían dos hechos suficientemente diferentes como para intuir dos autorías separadas. Pensé que la matanza en la isla (inicialmente se hablaba de solamente una media docena de muertos) sería la reacción de un iluminado contra una presunta autoría del extremismo islámico en el atentado de la capital.
Anders Behring Brevik
(Fuente: celebritydaily)

Pasados dos días, parece que las cosas se van aclarando. Por lo menos en lo que se refiere a la autoría inmediata de los hechos. Que la autoría intelectual es otra conversación.

Me sorprendió, viendo los terribles destrozos producidos en el barrio gubernamental de Oslo, las modestas cifras de muertos. Me imaginaba que, fácilmente, podía haber docenas de fallecidos entre tanto estropicio. Pero parece ser que se juntaron dos circunstancias atenuantes: el día era no laborable en Noruega, por lo que habría pocas personas en los edificios del Gobierno, y además el tiempo meteorológico era bastante malo, por lo que había poca gente paseando por las calles.

Por el contrario, las cifras de muertos en la isla no dejó de crecer, hasta alcanzar la horrorosa cifra de 86 (que este lunes la policía dice que igual tendrá que rebajar en cuatro o cinco; por cierto, entiendo que la cifra aumente a medida que se vayan desarrollando las investigaciones; pero me cuesta entender que descienda). Inicialmente, el tiroteo en la isla parecía el trabajo de un iluminado espontáneo. Pero cuando se ha conocido el auténtico alcance de la tragedia, queda claro que fue más bien la labor artesana de extinción de un extremista, cuyo objetivo, según parece, era matarlos a todos. Incluso parece ser que la explosión en Oslo sería una maniobra de diversión de su auténtico objetivo en Utoya.
Brevik, con vestido de gala de
la masonería, incluyendo el
mandil, omitido en algunos medios
(Fuente: outono)

En conjunto, un cúmulo de delitos impresentables e indefendibles, cometidos por un chaval noruego de 32 años, ultraderechista, fanático cristiano, ultranacionalista, antiislamista, masón, diplomado de la Escuela de Comercio y no sé cuántas cosas más. Este lunes ha comparecido ante el juez, tras afirmar (a través de su abogado) que la matanza fue atroz, pero era necesaria (¿necesaria para qué?¿necesaria para quién?). Parece que también ha hablado de la colaboración de otras dos células (de no sé qué organización, que ya ando confuso). Trasladado a vivir a una granja al oeste de Oslo, parece ser que compró seis toneladas de fertilizantes hace unos meses que, mediante diversos procesos físicos o químicos, supongo, convirtió en explosivos suficientes como para hacer volar por los aires un barrio de la capital. Tiene permiso de armas (¿qué criterio se sigue para dar este tipo de permisos?) y al menos un revólver y un fusil legales. Aunque para la matanza podría haber utilizado algún tipo de arma ametralladora con balas prohibidas (¿existen balas autorizadas?) y se entregó con denuedo y frenesí a la que creía su misión de exterminar a todos los jóvenes socialdemócratas que estaban de colonias (o así) en la isla.

Desde luego, para ser el primer atentado que sufre Noruega en su territorio, el estreno ha sido por todo lo alto, situándose de golpe al nivel de martirologio del Madrid del 11-M o de la Nueva York del 11-S. Y estos hechos ya han conseguido que, por primera vez, se vea a la policía y al ejército patrullar armados las calles de Oslo.

Tuve ocasión de visitar Noruega en el ya lejano 1989. Saqué la impresión de un país privilegiado por sus paisajes naturales (ese Cabo Norte legendario, los inacabables fiordos, la lluvia de Bergen o ese tren de la Flam Line,...). También, como en todas partes, con una sociedad llena de contradicciones. Una de las más evidentes para el visitante es su relación atormentada con el alcohol. Los licores hay que comprarlos, a precio elevado, en las tiendas del Estado (los estancos del alcohol). En el barco de la Hurtigrute, la licencia sólo permitía servir cerveza o vino, pero el camarero me vino a ofrecer, a escondidas, una garrafa de algún tipo de aguardiente que destilaba su cuñado ilegalmente. O podías ver a un grupito de cuatro jóvenes (jóvenes y jóvenas) sentados a la mesa de un bar, que recibían cada diez minutos una nueva dosis de vodka, hasta que caían rendidos (y borrachos). Posiblemente esas son contradicciones inducidas por el sentido puritano de la sociedad.
Muertos en las playas de la isla de Utoya
(Fuente: The Gus)

Por otra parte, se trata de una sociedad muy avanzada en derechos y libertades, y una de las cunas del llamado estado del bienestar. Que, de forma deliberada, se ha mantenido al margen de las fiebres europeístas de la mayoría de países de la Europa Occidental, que no forma parte de la Unión Europea y que, por supuesto, mantiene su moneda nacional (la corona noruega). Entre sus países próximos están todos los grados: Finlandia forma parte de la Unión Europea y de la Eurozona, mientras que Suecia y Dinamarca sí son miembros de la Unión Europea, pero conservan sus monedas nacionales.

Todos estos hechos han provocado que Noruega circule por esta crisis mundial de modo bastante diferente al de algunos de sus vecinos. No sufre el ataque de los mercados al que venimos siendo sometidos los miembros de la Eurozona y no parece tener tensiones económicas preocupantes. En resumen, un oasis de paz... hasta el viernes pasado.

Insisto en que me cuesta creer en la autoría individual de unos hechos luctuosos como los producidos en Oslo y en la isla de Utoya. Es posible, pero extremadamente improbable, que un solo individuo decida primero, y tenga luego la capacidad de llevar a cabo unos actos tan monstruosos, que requieren de toda clase de infraestructuras y recursos (explosivos, vehículos, armamento,...).

Por otra parte, su aparente adscripción a doctrinas de la extrema derecha, su odio hacia lo islámico, su ultranacionalismo, me traen aromas de otras cosas. Coincide, además, en el tiempo, con el ataque que está sufriendo, especialmente en el Reino Unido, el gigantesco grupo mediático de Rupert Murdoch que, al margen de los delitos que puedan haber cometido, se ha caracterizado siempre por vehicular los mensajes más rancios y explosivos de cierta ultraderecha, los llamados neocons, los fundamentalistas de la Escuela de Chicago, especialmente a través de su cadena Fox News. Que acoge en su Consejo, por cierto, a personajes tan siniestros como nuestro José María Aznar, que no ha parado de dar coces en todos los foros a los que ha tenido acceso, a los disconformes con el Trío de las Azores, a los socialistas e izquierdistas de toda laya y a todo lo que se mueva a la izquierda del 9,5 en una escala de 10.
Destrozos en Oslo, como resultado del violento
atentado de este viernes
(Fuente: nicanoticias)

Como las cosas, en el mundo, muy raramente suceden por generación espontánea, uno empieza a preguntarse si los adalides del capitalismo del desastre no habrán decidido que el oasis noruego era una anormalidad histórica. Y que existía un riesgo, detestado por ellos, de que pudiera actuar pedagógicamente, demostrando a los tibios que otro camino es posible. ¿No será que los ciudadanos sin miedo son una amenaza para los intereses de esos neocons?.

Sé que las teorías conspirativas siempre son una alternativa atractiva para explicar los hechos. Pero, francamente, no me cabe en la cabeza que ese delincuente noruego, que en su fuero interno seguro que se cree cargado de razones, haya actuado en solitario. Porque la órbita de Neptuno sólo se explicaba por la presencia de un Plutón todavía desconocido en la época.

El personaje de Anders Behring Brevik me recuerda mucho más al mártir religioso o al soldado que cumple una misión de la que le han convencido, que a la figura de un eremita que desciende un buen día de su montaña para sembrar el pánico, sin más explicaciones. Su referencia a los Templarios o el propio uniforme de Caballero Justiciero con el que aparece en algunas fotografías, ilustrarían esta adscripción.

Ante todo, por supuesto, mis sinceras condolencias a los familiares y amigos de los numerosos fallecidos en estos luctuosos acontecimientos. Y mi mejor deseo de que las investigaciones no se detengan en identificar a un loco iluminado llamado Breivik y que persigan, más allá de eso, la autoría intelectual, los cómplices y los instigadores.

O habrán conseguido su objetivo de crear el miedo donde no lo había.

JMBA

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