En la mayoría de grandes ciudades de Francia, se conoce por banlieue los alrededores, los barrios periféricos, o los municipios, o communes, vecinos, en las grandes aglomeraciones.
(Disturbios en Grenoble. Autor: Lisa Marcelja. Fuente: http://www.ledauphine.com/isere-sud/2010/07/18/le-quartier-de-la)
Quien haya estado alguna vez en París, y se haya aventurado extra-muros (es decir, más allá del Periférico), sin duda tendrá su propia opinión sobre el banlieue parisino. La ciudad de París solamente tiene dos millones de habitantes, porque fuera del Periférico ya se trata de departamentos diferentes, y de otros municipios. Claro, la aglomeración parisina tiene más de diez millones de habitantes en total.
Al Oeste y hacia el Sur, se trata principalmente de ciudades residenciales, para clase media media, o incluso algunos de clase media alta. Pero, especialmente al Norte, en dirección hacia el Aeropuerto de Charles de Gaulle, las ciudades son ya más bien suburbios (Saint Denis y demás). ¿Y cómo se identifican los suburbios?. Hay una pista infalible. Si a una hora intermedia del día (digamos a las doce del mediodía), se ve mucha gente por la calle que, aparentemente, no tiene nada que hacer, que no pasea, ni está de compras, ni va o viene de la escuela o del trabajo, que simplemente parece esperar que pase el tiempo o que aparezca una oportunidad inconcreta, entonces estamos en un suburbio. Por supuesto, también hay pistas de tipo racial, pero no quiero entrar en ellas.
Yo mismo sufrí hace algo más de un año un robo al descuido en el tren yendo al Aeropuerto, en la estación de Saint Denis. Casi no había nadie en el convoy, y eso hizo que me relajara. Cuando el tren paró en la estación, entró un chaval (que no tendría más de diecisiete o dieciocho años) dos vagones más adelante. Recorrió a pie, a buen paso, el tramo que le separaba de mi. Un momento antes de cerrarse las puertas, cogió una cartera de mano que yo llevaba, junto a una voluminosa maleta, y salió huyendo. Afortunadamente, todo lo que me robó (una cámara fotográfica, un MP3, unas gafas de Sol,...) fue sustituible solamente con dinero.
(Coche en llamas a causa de disturbios callejeros en Francia. Fuente: http://lorrain1.wordpress.com/2010/01/01/).
Los banlieues de la mayoría de las grandes ciudades francesas (y las no tan grandes) se han convertido los últimos años en un auténtico polvorín. La aglomeración de población sin ninguna perspectiva de futuro personal o laboral acaba generando bolsas de marginalidad, que evolucionan hacia entornos delictivos y toda clase de tráficos y actividades ilícitos. En muchos casos se trata de hijos de inmigrantes a una Francia próspera, que son plenamente conscientes de que existe otra sociedad, a la que de ningún modo tienen posibilidad alguna de acceder. Jóvenes sin actividad conocida, y sin ninguna esperanza de integrarse en nada distinto del propio entorno de su barrio, con sus bajezas y tentaciones.
Hace un tiempo tuve ocasión de leer un libro extremadamente ilustrativo sobre las enfermedades de la sociedad en Francia. Se trata de "Modèle social: La Chimère Française" (Modelo social, la quimera francesa) transcrito por Bertrand Richard de una serie de entrevistas a Alain Renaut, profesor de filosofía moral y política de la Universidad Paris IV (http://www.passiondulivre.com/livre-21591-modele-social-la-chimere-francaise.htm). Una de las conclusiones clave para mi de este librito es la profunda estanqueidad de las clases sociales en Francia. La República (así se habla a menudo en Francia del propio país; como si en España hablásemos del Reino) renuncia al derecho de escoger cada generación entre las personas más válidas para liderarla. Los líderes en cada generación son básicamente los herederos (los hijos muchas veces) de los líderes de la generación anterior. Y esto es igualmente válido para las clases marginales, que ven reducidas a cero sus esperanzas de prosperar en la escala social. Los mecanismos de las Grands Écoles y la ENA (la École Nationale de la Administration) son en sí mismos básicamente hereditarios, y radicalmente estancos.
Por todo ello se acaban produciendo dos fenómenos opuestos en las partes alta y baja de la sociedad. Por un lado, la autocomplacencia de las clases dirigentes, y por el otro la total desesperanza de las clases más desfavorecidas por mejorar su posición. Este hecho es el caldo de cultivo ideal para todo tipo de agitaciones, que se convierten en venganzas estériles contra una sociedad que consideran ajena, hostil e inaccesible.
Y de ahí nacen las algaradas callejeras, los enfrentamientos con la Policía (que habitualmente manifiesta sin dudarlo todo el poder represor del Estado), los coches y el mobiliario urbano en llamas.
En los últimos años hemos visto hechos muy graves en esta línea, no solamente en París, sino en otras ciudades de provincias mucho más pequeñas, pero con problemas sociales de la misma índole.
Estos últimos días se han producido disturbios y algaradas en Grenoble, una capital de provincias de no más de doscientos mil habitantes (contando toda la aglomeración urbana), en el departamento de Isère, muy próximo a los Alpes. El origen inmediato de los incidentes parece haber sido la muerte en un enfrentamiento con la policía de un chaval de 27 años, que acababa de atracar el casino de Uriage-les-Bains, una localidad próxima. En la noche del último viernes al sábado se incendiaron en total más de 60 automóviles, y otros enseres.
El sábado viajó el Ministro del Interior francés a Grenoble, prometiendo firmeza y un despliegue policial prácticamente de ocupación, para restablecer el orden público. Es lo que tienen que hacer, claro. Pero el caldo de cultivo, el descontento y la desesperanza siguen allí, esperando otra chispa para saltar.
Conozco bien Grenoble, porque he tenido que viajar bastantes veces allí, por motivos laborales. Es una ciudad muy tranquila, casi narcótica a veces, al menos en apariencia. La población flotante de estudiantes universitarios es muy elevada, porque se desarrollan allí algunas especialidades casi en exclusiva.
Claro que la ciudad tiene varias caras. En una ocasión nos quedamos unos compañeros y yo el fin de semana, tras unos días de trabajo. El viernes por la noche aparecimos por un bar llamado El Papagayo, regido por colombianos, en uno de los bulevares principales de la ciudad. Nos adoptaron para iniciarnos en los secretos de la noche de la ciudad. Nos pasearon por diversos antros nocturnos. Ya hacia la madrugada, no recuerdo muy bien cómo, esa es la verdad, nos encontramos en un hangar de las afueras, habilitado de discoteca, donde éramos los únicos blancos, y donde la gente se dedicaba a practicar unos bailes sincopados, que parecía que se estuvieran entregando a algún acto sexual, pero de pie. Conseguimos volver al hotel sanos y salvos, con bastante alivio.
(Imagen de satélite de la zona de Villeneuve en Grenoble, hasta la Rocade Sur. Fuente: Google Earth).
Estos días los altercados se desarrollan en la zona llamada Villeneuve, en la Galerie de l'Arlequin, especialmente. Y lo inquietante es que no se trata de una zona claramente de las afueras, sino de un barrio de la ciudad. A menos de un kilómetro de distancia, hacia el Sur, está la Rocade (periférico), junto a la que tienen varias multinacionales de la informática (Bull, HP,...) sus oficinas, talleres y fábricas. Y muy cerca está el centro comercial llamado Grand Place y el Alpexpo Hotel, muy utilizado por ejecutivos y empleados de estas empresas. Villeneuve está en dirección hacia el centro de la ciudad.
Buceando por Internet, para localizar algunas imágenes con las que ilustrar este artículo, he topado con una crónica estremecedora (por la frialdad de su redacción y la aceptación de los hechos como algo inevitable). Se trata del informe de daños de la última Nochevieja, donde acabaron en llamas por toda Francia un total de 1.137 automóviles, algo menos que el año anterior. Está escrita en francés, y traducida al inglés, alemán y castellano (http://lorrain1.wordpress.com/2010/01/01/).
Una sociedad enferma, que sume en la desesperanza a una parte de sí misma, está condenada a tener permanentemente a sus enemigos a las puertas. Unos enemigos dispuestos a destruir lo que sea, porque no tienen nada que perder, o al menos eso piensan, o eso les dicen.
Y utilizo Francia solamente como un ejemplo de esta carcoma que lacera, con matices diversos, es cierto, a la mayoría de sociedades occidentales avanzadas. Cuando las barbas (o los coches) del vecino veas quemar...
JMBA
Muy interesante, mon ami. No conocía esta faceta de París, aunque es de imaginar, como en cualquier ciudad del mundo, donde el marketing de los políticos vende una ciudad limpia, tranquila e idílica. Esa es la versión de los afortunados, de una minoría que goza de esa imagen. Pero la realidad es la realidad del currito y del inmigrante.
ResponderEliminarCuando se vende Madrid, se vende Goya, Serrano, Castellana, Plaza de Castilla... pero no Aluche, Carabanchel o Vallecas.
El mes que viene voy a París, y visitaré la zona VIP y turística (con cuatro niños tampoco voy a aventurarlos en una jungla hostil). Banlieue merece ser visitado con tranquilidad y en su contexto, pues aporta una realidad, una cultura y unos valores que no han de ser ignorados.
Que disfrutéis en París. Siempre con un poquito de precaución, como en todas partes.
ResponderEliminarComo dijo Enrique IV el Bearnés: "París bien vale una misa".