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miércoles, 29 de diciembre de 2010

Tránsfugas

La figura del tránsfuga, en la práctica política, es de las más odiadas, criticadas y denostadas. Y ello obedece a una razón principal: el tránsfuga es un traidor.
Eduardo Tamayo y María José Sáez
autores del tamayazo del 2003
en la Comunidad de Madrid
(Fuente: socialistasdenavia)

Por supuesto, el tránsfuga es un traidor a su partido político y a su grupo parlamentario o en el Ayuntamiento de turno. Pero, por encima de todo, es un traidor a todos los ciudadanos. Por la Ley Electoral vigente en España, los ciudadanos nos vemos obligados a votar listas cerradas, es decir, las listas elaboradas por los aparatos de las correspondientes formaciones políticas. Salvo para el Senado (ya ves tú qué consuelo), para todas las instituciones debemos escoger una formación política y darle nuestro voto. Esto vale para el Congreso, para las elecciones autonómicas y para las municipales.

Por ello, las personas que van en la lista son las que haya escogido el órgano correspondiente del partido o formación política. Y el contrato del voto se establece entre cada ciudadano y la formación a la que ha prestado su voto.

Cuando un cargo electo deja de estar de acuerdo (por los motivos que sea) con el partido al que representa, la única decisión éticamente correcta que debería tomar es la dimisión, de modo que su formación o partido nombre a un reserva para ocupar su posición.

Lo que ocurre es que las cosas nunca suceden así. El cargo electo en cuestión decide dejar de pertenecer al grupo que le aupó al poder, y votar por su oponente, pasando o no al Grupo Mixto, en su caso. Legalmente, lo máximo que puede hacer la formación para castigarle es suspenderle de militancia (suponiendo que la tuviera). Y nada más. Digamos que alejarse de él, porque apesta.

Ahora bien, ¿cuáles son los motivos por lo que alguien se convierte en un tránsfuga?. Sé que es pecar de inocencia, pero pudiera ser que, efectivamente, se sienta moralmente desligado del proyecto político que le apoyó, y crea que servirá mejor al ciudadano votando por alguna propuesta rival. Esto podría suceder en el País de Nunca Jamás, pero difícilmente en España.
Juan Collado, tránsfuga en Dènia
(Fuente: publico.es)

Tras cada caso de transfuguismo se mueven los intereses más bastardos, siempre económicos en el corto o el medio plazo. Si se trata de un Ayuntamiento, por ejemplo, a menudo se les recompensa su traición asignándoles la Consejería de Urbanismo, esa perita en dulce que tiene ciertas capacidades asombrosas, como la de generar riqueza desde la nada. O se les retribuyen de mil maneras sus servicios.

Por su trascendencia a escala nacional, quizá el caso más sonado fue el tamayazo de la Comunidad de Madrid en el verano de 2003. Tras las elecciones del 25 de Mayo, las fuerzas estaban equilibradas, y había una posibilidad clara de bipartito en la izquierda (PSOE + IU). El 10 de Junio se constituyó el nuevo Parlamento, y, sorpresivamente para la mayoría, dos diputados del PSOE se abstuvieron en la votación por la presidencia de la Asamblea, permitiendo que la candidata del PP (Concepción Dancausa) fuera elegida Presidenta. El verano entero se gastó en intentos inútiles de formar un nuevo gobierno, y al final no quedó más remedio que convocar nuevas elecciones autonómicas, en las que Esperanza Aguirre barrió.

Continuamente se producen casos parecidos en ayuntamientos de todo el país. Dos de los más relevantes (uno por cada partido nacional principal) han sido los de Benidorm y Dènia. En el 2008, un edil de Dènia elegido por el PSPV (Juan Collado) decidió abstenerse en una moción de censura, que le dió la alcaldía al PP. En el 2009, sucedió un caso casi simétrico en Benidorm. Un edil (esta vez del PP), decidió que su partido no estaba llevando adelante el proyecto político al que se había comprometido, y modificó su voto, entregando así la alcaldía al PSPV.  Aportando una artillería más potente a las baterías del PP el hecho de que una de las ediles socialistas en Benidorm sea la madre de la actual Ministra de Sanidad, Leire Pajín.

¿Por qué será que la Comunitat Valenciana es noticia continua por casos diversos de corrupción y transfuguismo? ¿Tendrá algo que ver con la ladrillificación masiva de su economía en las últimas décadas?.

Aunque no es ningún consuelo, fuera de nuestras fronteras también hay casos parecidos. Recientemente, el impresentable de Berlusconi sorteó una moción de censura gracias a la compra de algunos diputados. Y dada la catadura moral de Sua Emittenza, no se reprimió demasiado en reconocerlo, en sus múltiples excesos verbales.
José Bañuls, tránsfuga de Benidorm
(Fuente: abc.es)

Luego los políticos se preguntan por qué es tan bajo el aprecio que les tenemos los ciudadanos de a pie. En estas condiciones, los políticos se convierten automáticamente en parte del problema, y en ningún caso en parte de la solución. Nos piden confiar en los partidos o formaciones, y luego nos traicionan unos individuos a los que nunca hemos votado. Ante la general indiferencia, y la utilización del transfuguismo como arma política arrojadiza contra los rivales, sin poner nunca orden en casa.
(Fuente: diariodeunaciudadana)

Hay muchas más cosas por arreglar. Pero empecemos por reconocer todos que los tránsfugas son traidores a sus partidos y a todos los ciudadanos, y que se cambie la ley, si es necesario, para que pierdan automáticamente su escaño. Con las listas cerradas actuales, los elegidos son representantes subsidiarios de la ciudadanía, y nunca deberían considerarse dueños de su posición. Otra alternativa, por supuesto, serían las listas abiertas, para que pudiéramos votar a personas y no a siglas. En este caso, cada ciudadano tendría su cargo electo, ante el que quejarse o pedir que trabaje para que cambien las cosas en una cierta dirección. Cambiar su voto si es lo que sus representados le piden, sería éticamente mucho más defendible.

Para el transfuguismo, tolerancia cero. Sin concesiones.

JMBA

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