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jueves, 2 de junio de 2011

La Crisis de los Pepinos

Ante todo, hay que decir que los epidemiólogos están desconcertados, ya que la bacteria Escherichia coli que parece ser la causa de los ya 17 muertos en Hamburgo, y la hospitalización de cientos de personas (si no ya más de mil) con síntomas graves, sería una mutación de las cepas conocidas, y la OMS ha reconocido que no se había visto nunca antes.
Si es que con hortalizas así, esto ya se veía venir...
(Fuente: nutridieta)

Hasta ahora, esta bacteria era conocida en modalidades si no inocuas, sí por lo menos muy veniales. La gran mortalidad ya provocada es un desafío para los investigadores. Lo que sí parece claro es que Hamburgo es el epicentro de este terremoto sanitario. Los enfermos conocidos tienen que ver con esa zona de Alemania: o viven ahí, o han estado unos días en la región en las últimas semanas. Pero la realidad es que el tema está alcanzando unas proporciones extremadamente preocupantes.

Según lo que se conoce, esta bacteria crecería en el intestino de ciertos animales, para quienes, por lo menos hasta ahora, era inocua. Y su propagación se produciría a través de las heces de animales contaminados. Los médicos e investigadores deberán trabajar muy duro para aislar esta cepa de la bacteria, y encontrar un antídoto a su extensión. Ahora el principal desafío y la máxima prioridad es evitar más muertes, y sanar cuanto antes a los enfermos sintomáticos.

Uno de los problemas sanitarios que se ha encontrado es que la bacteria parece ser resistente a la mayoría de antibióticos habitualmente utilizados para su eliminación. Una vez superada la crisis sanitaria, será conveniente investigar cuáles son los motivos por los que esta bacteria puede haber mutado a una forma tan agresiva, letal y resistente. Es posible que la sobreprotección médica de la sociedad occidental, con el uso indiscriminado de antibióticos para atajar de cuajo enfermedades muy menores, haya actuado de catalizador en el sentido de forzar a la bacteria a evolucionar hacia formas mucho más resistentes a los antibióticos. Y, por otra parte y sin ninguna duda, también esa proliferación acaba provocando la debilitación de las defensas naturales del ser humano, que se acomodan a ser siempre ayudadas por la química, incluso ante agresiones veniales, y se acaban debilitando irreversiblemente.
Cornelia Prüfer-Storcks, consejera de salud y protección
del consumidor de Hamburgo, que levantó la voz
contra los pepinos españoles
(Fuente: El Correo)

Pero lo más chusco de esta historia (dejando aparte el drama humano para el que los médicos deberán encontrar un freno) es la forma en que los políticos de esta Unión Europea han afrontado la cuestión. Porque a menudo la UE nos recuerda al peplum de Penépole, que destejía de noche lo que había tejido durante el día, para que la labor nunca terminase. Para empezar, no ha habido una reacción solidaria y conjunta de la UE, que ha estado prácticamente callada durante las primeras fases de la crisis. 

Una crisis que es evidentemente sanitaria en el primer tiempo. Sin embargo, algunos políticos alemanes sucumbieron a la tentación de identificar, sin un conocimiento cabal, a un culpable exterior, en un intento de exportar las culpabilidades más allá de sus áreas de responsabilidad. Alemania está cayendo en los últimos tiempos de forma muy reiterada en esta reacción refleja. Desde su posición de locomotora económica europea, se está esforzando en diseñar un mapa de países de primera, segunda y tercera división; creando zonas de frío y de calor de modo que el viento nunca les perjudique. Y olvidando, por cierto, con demasiada frecuencia mirarse a sí misma para identificar y corregir los problemas que tiene en su propio territorio. Estos días, por ejemplo, hemos sabido que varios de los länder alemanes tienen un problema grave de deuda (ver, por ejemplo, El País, aunque algunos ceros se les han escurrido por alguna parte), que alcanza en algunos casos los 20.000 Euros, o incluso más, por ciudadano. Por poco más que eso ha habido que rescatar a Grecia.

A una consejera regional de Alemania se le ocurrió señalar como causante de su problema sanitario a los pepinos importados de España, creyendo así haber resuelto, o al menos aliviado, su problema. Esa es una reacción más antigua que la tos: si tú tienes un problema, señala a otro culpable. La amenaza siempre viene de fuera. Parece que se habría detectado la cepa inocua de E-coli en alguno de los pepinos exportados desde España, pero en ningún caso la forma maligna que está provocando tantas muertes.

Hay algunas hortalizas que, por diversos motivos, resultan más simpáticas que otras. Así, hablaríamos, por ejemplo, de los tomates o las zanahorias. De colores singulares e identificables, transmiten una cierta alegría de vivir. Pero el pepino, con ese color mustio y sus evidentes isomorfismos, produce rechazo a los que no son muy partidarios. Yo mismo, por ejemplo, que soy conocido por mi no militancia en el campo de los veganos, no puedo tolerar el pepino en mi plato (de comerlo, ni hablemos), pero tampoco en ningún otro plato a, por lo menos, tres o cuatro metros a la redonda. De un aroma y un sabor tremendamente invasivo, contamina lo que toca, e incluso el aire que le rodea.
Como Fraga en Palomares hace muchos años, hemos
visto estos días a nuestros políticos comiendo pepino
(Fuente: cotizalia)

Y, claro, los isomorfismos nos hacen pensar en la Crisis de los Misiles o en ese descubrimiento de que el exceso de estrés provoca la pereza de los espermatozoides.

No podían haber encontrado un culpable con peor prensa previa. Si es que ya se veía venir que del pepino no podía resultar nada bueno.

De una crisis sanitaria en Hamburgo hemos pasado, casi sin solución de continuidad, a una crisis agrícola en el Sur de España, especialmente en la zona de Almería, los grandes expertos mundiales del pepino, por lo que parece. Una vez más el efecto alas de mariposa, cuyo aleteo provoca resfriados al otro lado del mundo.

Y, mientras tanto, la Unión Europea ni está ni se le espera, y ha asistido con pasividad (si no con negligencia, desapego o incluso dejación de responsabilidad) a esa tragedia clásica de enterrar un problema bajo otro todavía de mayor tamaño. Le ha faltado capacidad de liderazgo y arrojo para enfrentar el problema con todos los recursos de que dispone. Apocada, ha llorado los muertos desde su rincón, viendo impotente a sus niños peleándose para ver quién rompió el cristal con la pelota.

Luego han venido los políticos y politicuchos de toda ralea, que han aprovechado la ocasión para criticar al Gobierno, en la mejor tradición italiana del piove, porco Goberno. Que si Alemania se atreve con España, porque somos parte de los PIGS, de los países de tercera división. Que otro gallo hubiera cantado si los pepinos hubieran sido franceses.

Yo comprendo a la consejera alemana que lanzó el anatema a los pepinos andaluces. Con un número creciente de muertos en casa, le pareció que algo tenía que decir, aunque no lo tuviera nada claro. Dicho así, recuerda a la campaña nacionalista que hubo en el Reino Unido, utilizando la imagen de  un fontanero polaco. Imagen que, por cierto, también fue utilizada por los franceses contrarios a la Constitución Europea. Y que, en un gesto de sabiduría, fue finalmente utilizada por la propia Polonia como reclamo de promoción turística. Pero pensemos qué hubieran hecho nuestros políticos si empezara a haber muertes epidémicas de origen desconocido. Se supone que las muertes se producen por algo que han comido, bebido, inhalado, tocado, que sea común a todos los afectados. Identificarlo es un trabajo arduo. Der Spiegel publicó un artículo contando esta búsqueda, que está traducida al inglés aquí.
El fontanero polaco: la amenaza siempre viene de fuera.
Aquí utilizado por Polonia como reclamo turístico.
(Fuente: tomgpalmer)

Habría habido, seguro, algún bocazas que articularía lo de si es que con lo de Fukushima, ya se veía venir. O los interesados con que esos percebes marroquíes si ya se ve que llegan chuchurríos. O los chauvinistas, con que los quesos franceses, con lo mal que huelen, tienen que tener bacterias para aburrir. O los del como aquí no se come en ninguna parte, que empezarían a maldecir la choucroute o las salchichas alemanas, el salmón noruego, el bacalao portugués, el foie gras húngaro, o cualquier otra falacia del género.

A veces es mucho más sabio quedarse en silencio, y que piensen que eres tonto, que no abrir la boca y confirmarlo.

Ahora lo más urgente es encontrar la solución médica a la epidemia. Luego, compensar a los falsos culpables. Y, a continuación, identificar lo que ha fallado para permitir que la situación haya llegado a ser tan grave. Intentar poner los medios para que una situación de estas características no pueda volver a producirse.

Que los tontos dejen de serlo es una empresa que se perfila como superior a nuestras fuerzas. Esto me recuerda a Alberto Cortez que, en uno de esos cortos monólogos con que precedía algunas canciones, hablaba de su tío, que sólo le temía a los boludos. Un día le preguntó por qué, y su tío le respondió porque son muchos.

Y para los que han hablado sin tener nada inteligente que decir, llenarles la boca de pepino, aunque sea en rodajas.

JMBA 

1 comentario:

  1. Hola Losé Mª: Coincido contigo en que de los pepinos nada bueno se podía esperar. A mí me molestan, no sólo en mi plato sino también en los platos de mis compañeros de mesa y es que no soporto su olor. Y para más fastidio, levantan en nuestras respectivas unas esperanzas que luego no les podemos (al menos, yo) proporcionar.
    Un abrazo.
    Santi

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