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lunes, 13 de junio de 2011

Una deliciosa celebración campestre a la gallega

Mi buen amigo Luisja me invitó este domingo a una comida campestre sorpresa, con motivo del 50 aniversario de su mujer, Puri, una encantadora y rubia médico gallega.
El pulpo, gran protagonista de la jornada
(JMBigas, Junio 2011)

A finales de los 80 asistí de testigo (con un chaqué alquilado) a su boda en Orense. Una boda que se recuerda por sus muchos desvaríos. El viaje por carretera desde Madrid un viernes por la tarde, acudiendo directamente a un restaurante allí especializado en nécoras y demás, donde nos esperaban todos los amigos de los novios. Copas hasta altas horas de la madrugada, mediodía de sábado con resaca mitigada a base de varias cervezas de frambuesa y unas gambas a la plancha. Boda por la tarde, banquete pantagruélico y de nuevo copas hasta altas horas de la madrugada, finalizada con un bocata para desayunar en el bar de la estación del ferrocarril. Serían ya las ocho de la mañana, y yo todavía con el chaqué puesto. Y de vuelta a Madrid el domingo por la tarde.
Sosteniendo el pulpo sobre el caldeiro
(JMBigas, Junio 2011)

Luisja fue compañero mío de trabajo durante muchos años, y un buen amigo siempre. Pero últimamente nos hemos visto relativamente poco, quizá tres o cuatro veces en los diez últimos años.

Este domingo nos juntamos unas sesenta personas en una finca cerca de la sierra, propiedad de otro buen amigo de Luisja. El tono (y muchos de los asistentes, por cierto) fue gallego por completo. Hubo empanada, pulpo a feira, carne do caldeiro con unas deliciosas patatas gallegas, cañas de Carballino, Ribeiro blanco y tinto y una queimada para rematar. Incluso con catering regional de pulpeir@s.

Yo no conocía a muchos de los asistentes (principalmente, compañer@s y ex compañer@s de Puri de los diversos hospitales donde ha trabajado durante su vida profesional hasta ahora). A otros sí les había conocido en la boda, hace más de veinte años.

L@s compañer@s de Puri le regalaron unos pendientes y un anillo, preciosos. También apareció algún libro y bastantes flores. Yo, como no sabía muy bien que aportar, decidí echar mano de mi bodega, y escogí una botella de un delicioso blanco Chardonnay de Borgoña (un Chassagne-Montrachet del 2007, que compré en La Cave des Vieilles Vignes de la Place de l'Hotel de Ville de Meursault en una de mis últimas visitas a la zona), para que lo disfruten cuando quieran.
La Cave des Vieilles Vignes, en la Place de l'Hotel de Ville de Meursault
(Côte d'Or, Bourgogne)
(JMBigas, Julio 2010)

Y si bien es cierto que el paso de los años es lo más democrático que existe (a cada uno nos toca uno más cada año), no es menos cierto que la forma de asimilarlos es particular de cada persona. Salvo algunos (pocos) hijos de los asistentes, la inmensa mayoría éramos gente en la cincuentena o próximos. Eso ya da tiempo para que cada cual lleve en su cara y en su cuerpo lo que ha vivido, lo que ha visto y cómo lo ha digerido. Y, a poco que hables con cualquiera, te puede lanzar la retahila de pastillas que debe tomar para los diversos achaques que los años van depositando en nosotros. Para la tensión (alta o baja), para el colesterol, para la gota, para el azúcar,...
La mesa y el caldero de l@s pulpeir@s. Tablas de madera
para el servicio, bandeja para el corte, sal, pimentón,
aceite... y palillos
(JMBigas, Junio 2011)

Para algun@s, los años se asumen uno tras otro sin grandes mutaciones. Se ve a la misma persona, pero con algunos años más encima. Much@s han tenido variaciones importantes de peso (en más o en menos, ojo) mientras que otr@s conservan su misma morfología de siempre (gorditos, lánguidas, atléticos,...). Los menos han sufrido mutaciones ciertas, por las que vemos ahora a otra persona de la que recordamos. Las penas y las alegrías de la vida, la cirugía quizá, han dejado alteraciones persistentes. En algunos el pelo ha huido, mientras que otros lo conservan tal y como lo recuerdo, misteriosamente con su color original todavía o directamente encanecido.

Algunos han desarrollado aficiones o actividades que me resultan ciertamente ajenas. Caí en una conversación que me costó algunos minutos comprender que iba de caballos, yeguas, yeguadas, equitación, galope. O en otras de tintes médicos u hospitalarios, de los que nunca he sido partidario. L@s galleg@s que se entregaban al noble arte de destripar a l@s ausentes también me aceptaron en su conciliábulo.
Preparación de la queimada, con aguardiente, granos
de café y azúcar (faltó el limón)
(JMBigas, Junio 2011)

Lo que es ciertamente curioso es que lo que nunca cambia es el acento. Los gallegos de acento cantarín lo conservan igual que siempre aunque lleven treinta años viviendo en Madrid, por ejemplo. O yo mismo, a quien el hijo menor de Luisja y Puri me espetó a bocajarro porque tú eres catalán, ¿no?. O Eric, el francés de Aigues Mortes afincado en España desde hace veinticinco años, y que incluso tiene una hija llamada Almudena, que mantiene el mismo acento gabacho de toda la vida.

Como decía el tango, que veinte años no es nada... Pero de los treinta a los cincuenta, todos nos ganamos la cara y la imagen que nos merecemos.

En resumen, una deliciosa jornada campestre, a la que el tiempo (un día soleado pero no muy caluroso) acompañó con las mejores galas. Reencuentro con antiguos conocid@s y muchas, muchas, batallitas. 

JMBA

1 comentario:

  1. La verdad José M· que me das mucha envidia con esta entrada.
    Otros me podrían haber dado envidia con un viaje a algún lugar en el que nunca estuve-supongo que este año tendrás algo preparado-pero un pulpo a feira supera todos los demás motivos de envidia.
    Yo soy de los de amplia retahíla de pastillas aunque ninguna para el colesterol o el azúcar.
    De cirujía, en el çultimo año me abrieron el cráneo unas cuantas veces y mi hijo dice que parezco Frankenstein.
    Un abrazo.
    Santi

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