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miércoles, 2 de junio de 2010

Las Dietas


Llevamos muchos días oyendo a los diversos políticos clamar por una dieta de adelgazamiento (de ahorro) de las estructuras de la Administración Pública.

El otro lunes, José María Barreda hizo pública una segunda iniciativa en este sentido, para reducir la estructura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. El número de Consejerías queda reducido a siete, desde catorce que eran hace un año o así.

Me parecen impropios algunos comentarios que se han hecho a esta iniciativa, en el sentido de que si ahora se puede adelgazar, es que antes se despilfarraba.

Veamos. Una Dieta (de cualquier tipo), es una iniciativa significativa y sistemática para conseguir que las cosas se desplacen en sentido contrario a su movimiento natural. Que yo sepa, no existen Dietas para Engordar, porque engordar es lo que sucede de modo natural cuando nos abandonamos a la molicie. Dejarse llevar por la corriente no requiere de ningún Plan, pero remontar el río requiere voluntad, destreza y determinación. Una frase popular (y basta) dice que "cuesta abajo hasta la mierda corre".

Creo que la actitud necesaria para enfrentar cualquier Dieta debe alejarse de considerar que se están intentando corregir errores del pasado. La Dieta se hace necesaria cuando varían las condiciones de contorno, y la evolución natural (o desatendida) de las cosas no permiten la cohabitación cómoda con este nuevo entorno.

Decidimos que debemos adelgazar cuando nos descubren un corazón fatigado, o cuando no nos entran los pantalones, o cuando abrocharse los zapatos supone un desafío de movimiento de masas. Esto no significa que hayamos cometido errores, simplemente nos hemos dejado llevar por la corriente del río.

De igual modo, en tiempos de bonanza, las Administraciones tienden a crecer, los beneficios de los empleados públicos tienden a ampliarse, florecen los coches oficiales, los complementos de sueldo, los departamentos que se encargan de temas que podríamos considerar menores, pero no inexistentes. Lo cierto es que las Administraciones se mueven en la misma dirección que el conjunto de los ciudadanos. En tiempos de bonanza (o de abundancia), se estrenan más coches (que no son imprescindibles), o se degustan algunos de esos vinos de precios elevados, pero que devuelven un placer casi prohibido.

Cuando las circunstancias se ponen más duras (reducción de ingresos, incertidumbres económicas, paro, y así), los ciudadanos estamos acostumbrados a apretarnos el cinturón, y a dejar lo que consideramos superfluo para mejores tiempos. Tendemos a aumentar el ahorro, pensando en que ello es un seguro para cuando las circunstancias se pongan incluso más duras. Pero nunca debemos pensar que estamos corrigiendo errores del pasado, sino que nos estamos adaptando a condiciones nuevas.

Aplaudamos a los políticos valientes que afrontan los tiempos duros con Dietas de adelgazamiento, porque con ello se alinean con el resto de los ciudadanos a los que representan. Pero no les critiquemos (en exceso) por lo que ello pueda suponer de corregir (o reconocer) errores del pasado, a menudo inexistentes o, como máximo, veniales.

Dejarse llevar por la corriente del río caudaloso es un placer al que no conviene renunciar, por pensar que eso se va a acabar y volverá la sequía. Sólo hay que mantenerse consciente de que las cosas no siempre van a ser así, y conservar la agilidad y flexibilidad.

Cuando se acercan las cataratas, no es timorato ni criticable intentar amarrarse a algo sólido y remansarse en un recodo del río. Sino que es una actitud valiente.

Adelgazar puede llegar a ser necesario en algún momento, pero conviene no perder de vista que no habíamos engordado por culpa de nuestros errores, sino porque resultó inevitable.

JMBA

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