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domingo, 17 de abril de 2011

Volar no mola (4) - El Embarque

Si todo fue como debía hasta aquí, estaremos aburridos en la zona de embarque, esperando a que llamen a nuestro vuelo para embarcar.
Esperando la llamada de embarque
(Fuente: viajeros.com)

Teóricamente, todo el mundo debería estar tranquilamente sentado, leyendo, charlando o escuchando música, a la espera de la llamada. Pero eso raramente sucede de este modo.

Para muchos vuelos, en ese momento tendremos ya en la mano una tarjeta de embarque que nos indica cuál será nuestra plaza a bordo. Pero no en todos esto funciona así. El Puente Aéreo, hace tiempo, no asignaba plaza, y los asientos se distribuían de acuerdo a las preferencias de los viajeros a medida iban entrando en el avión. Pero habitualmente sólo hay una puerta de acceso al avión, y la gente, en general, prefiere viajar en la zona delantera que, se dice, se mueve menos que la trasera. Y se oye menos el ruido de los motores. Por ello se acumulaba gente en los pasillos, mientras se iban acomodando, y el embarque se hacía tan largo que amenazaba con retrasar la hora de salida del vuelo. Por todo ello, decidieron dar plaza reservada en el Puente Aéreo también, de modo que se pueda iniciar el embarque, si es necesario, por los viajeros de las últimas filas, para evitar aglomeraciones.

Pero las compañías low cost han descubierto que la reserva de plaza es un concepto por el que pueden cobrar un suplemento, en su caso. Vueling, por ejemplo, se ha inventado un cargo adicional por reservar una plaza normal, y otro mayor para las filas delanteras o la de la salida de emergencia, donde el espacio para las piernas es mayor.

Pero otras compañías, directamente, no asignan plazas reservadas a ningún viajero. Ese es el caso, por ejemplo, para Ryanair o Easyjet. Para rentabilizar el invento se han inventado un suplemento para el embarque exprés, priority boarding o como le quieran llamar. Esto consiste en segregar a los viajeros en dos castas diferentes, en dos categorías. Y, para el embarque, se harán dos colas diferentes. La de los prioritarios será la primera en abordar el avión, y tendrán más posibilidades de poder escoger un asiento de su gusto, y más espacio libre para su equipaje de mano. Habitualmente, como máximo una cuarta parte del pasaje ha pagado por tener prioridad, por lo que todavía es una opción a considerar.
Cola para el embarque
(Autor: alme; Fuente: losviajeros.com)

Para todo el resto, la clase de tropa, la cola de embarque se convierte en un ritual adicional a soportar. Ya que el orden de la cola de espera para el embarque determina cuántos sitios libres quedarán todavía en el avión cuando subamos a bordo. Y cuánto espacio libre para nuestro equipaje de mano. Para los últimos sólo quedarán los asientos centrales, encajonados entre otros viajeros desconocidos, sin ventana ni pasillo. Y los maleteros probablemente estén ya llenos a rebosar. Y si viajamos en grupo, aunque sea pequeño, la probabilidad de poder estar juntos a bordo del avión pasa por la comprensión de otros viajeros en la fase de negociación.

Claro que las colas tienen sentido si el embarque se realiza mediante un pasillo móvil, el llamado finger. Porque el orden se respeta igualmente una vez controladas las tarjetas de embarque. Seguramente nos tocará otra espera adicional en el interior del pasillo, mientras los que han entrado antes se van acomodando y dejan paso a los siguientes.

Pero si el embarque se produce mediante autobús, porque el avión se aparcó en las quimbambas, entonces el orden de la cola de espera deja de tener sentido, porque todo el pasaje acaba subiendo en dos o tres autobuses, que descargan a toda la gente junto a las escalerillas del avión, habitualmente en orden inverso al que tenían cuando subieron al autobús. Además, embarcando en autobús, la probabilidad de que caiga un chubasco incluso en días despejados es muy elevada. Cambiamos la cola en el oscuro finger por la espera al pie de la escalerilla, mientras nos vamos quedando empapados.

Cuando no hay plaza asignada, una cola interminable en la sala de embarque puede ya formarse mucho tiempo antes de empezar el embarque, para asegurarse una cierta prioridad. Recuerdo una vez, volando en Ryanair a Dublín, que la cola para embarcar supuso una espera, de pie, superior a la media hora.
No intenten convencerme, que esto en el avión no cabe
(Fuente: pordescubrir.com)

En el control de embarque nos piden de nuevo la documentación, que ya habíamos guardado en la cartera tras pasar por facturación. Haciendo equilibrios, sacamos la cartera de su bolsillo, y exhibimos de nuevo el documento identificativo. Para ahorrarnos más equilibrios y demoras, el DNI irá, junto a lo que nos hayan dejado de la tarjeta de embarque tras el control, al bolsillo de la camisa, si lo tenemos (al llegar, tengo que acordarme de meterlo de nuevo en la cartera...). Más de uno habrá acabado en la lavadora, por eso lo plastifican.

Cuando, por fin, accedemos a bordo, o bien nos dirigimos directamente a la plaza que tenemos asignada, si es el caso, o bien oteamos el horizonte para localizar algún asiento libre que no sea muy malo, ni muy incómodo, ni muy ruidoso. Yo prefiero siempre viajar junto al pasillo, más que en la ventanilla. Si somos de los rezagados, posiblemente nos toque en el centro y en las últimas filas. Si el vuelo vuelve de Disneyland, es higiénico intentar evitar las acumulaciones de niños, que pueden llegar a hacer muy incómodo el vuelo.

Pero ahora viene la siguiente maldición, que es el equipaje de mano. A mí me gusta viajar con poquito equipaje de mano (una bolsa pequeña y la ropa de abrigo), ya que siempre facturo la maleta. Pero soy una excepción. De siempre, los viajeros prefieren viajar junto a su equipaje. Anticipando la posibilidad de que se pudiera extraviar, o las largas esperas para recuperarlo en el aeropuerto de destino. Además, con la práctica de cobrar un suplemento por facturar el equipaje, cada vez más viajeros abordan el avión con una maleta, de las llamadas trolleys, algunas desmesuradamente grandes como para colar de equipaje de mano.

Y no nos empeñemos. En un avión NO hay suficiente espacio como para guardar un trolley de esos por cada uno de los viajeros, más los abrigos, chaquetas o jerseys, y las bolsas de compras, etc. Si el tema es muy grave, la compañía puede decidir requisar las maletas de los últimos viajeros que suben a bordo, haciéndolas viajar en la bodega, a cambio de un recibo que le dan al viajero, para recuperarlas (o junto al avión o en la cinta de equipajes) al llegar a destino.

Con todo ello, si se es del último 20% del pasaje en subir a bordo, la probabilidad de que en el compartimento sobre nuestro asiento no quede ni siquiera espacio libre para nuestra pequeña bolsa y la chaqueta, es muy elevado. En el último vuelo desde París, en Vueling, con plaza reservada previo pago del correspondiente suplemento, cuando llegué a mi asiento (en la fila 6 pasillo), el propio asiento estaba okupado por las chaquetas y las mochilitas de las dos niñas que viajaban con la señora que tenía el asiento a mi lado. Claro, la señora se sentía molesta y un poco avergonzada, pero me dijo, con toda la razón, que no había espacio para eso arriba, y que las azafatas debían buscar algún otro lugar donde guardarlo. Con lo cual yo me quedé de pie en el pasillo, esperando a que eso sucediera, porque no podía hacer otra cosa.
Intentando cerrar el maletero. Un video cortito, pero
muy aleccionador
(Fuente: lavideoteka)

En un momento se formó una cola detrás de mí, y empezaron los comentarios de los más revoltosos y las peticiones más o menos airadas, de pero apártese y déjenos pasar, y yo pero alma de cántaro, si todos los asientos están ya ocupados, y el mío está okupado, qué quiere que haga.

Al final, una de las azafatas se dio cuenta del problema que se estaba generando, y no le quedó más remedio que tratar de encontrar algún espacio libre para las mochilas y las chaquetas (unas filas más atrás, o donde fuera). Hasta que consiguieron dejar libre mi asiento, y yo pude guardar la bolsa que llevaba y la chaqueta (por el método de aplicar más presión a lo que ya estaba en el compartimento), advirtiendo a los viajeros de alrededor de que tuvieran cuidado al abrirlos de nuevo, pues algo podía caer directamente sobre la cabeza de alguien, como efectivamente sucedió con la propia azafata, mientras buscaba realojo para las mochilas de las niñas. Finalmente, pude ocupar mi asiento y dejar pasar al resto de viajeros que todavía quedaban por embarcar.

Creo que deberían imponer una solución a este tema, controlando, de verdad, que todo el mundo facture las maletas (aunque sean pequeñas), y que el embarque pueda ser un proceso más civilizado de lo que es habitualmente en estos días. La gente, además, estaría mucho menos estresada en sus paseos por el Aeropuerto, y serían más proclives a comprar cosas, para cargarse de nuevo.

Yo, en el mostrador de facturación, realizaría la siguiente prueba de validación: si usted, señor viajero, es capaz de mantener en alto lo que pretende llevar como equipaje de mano durante tres minutos, aguanta y luego no le tiemblan los brazos, entonces puede pasarlo. Si no puede o sí le tiemblan los brazos después, entonces debe facturarlo y punto. Algún atleta se me colaría, pero serían los menos. Siempre se ven pequeñas revueltas frente a los mostradores de facturación por este tema, al que debería ponerse remedio manu militari si fuera preciso.

Resulta de una insolidaridad inaceptable el abordar un avión con equipaje de mano que exceda largamente la parte alícuota de espacio disponible por viajero. Es evidente que TODO lo que se lleva en el equipaje de mano NO va a ser necesario en ninguna de las fases del vuelo, por lo que no veo excusa.

Si todo ha funcionado más o menos como debía, estaremos ya sentados en nuestro asiento, el equipaje de mano en su lugar (bajo presión y arrugado, sin duda), nos ataremos el cinturón de seguridad y, en mi caso, ya podré relajarme y dormir, que para mí los aviones son narcóticos. Ah, y habremos parado el móvil, claro, o habrá que levantarse de nuevo.

El vuelo y la llegada serán objeto de la siguiente historia de esta serie.

JMBA

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