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miércoles, 2 de noviembre de 2011

La Vuelta a la (Nueva) Dracma Griega

Escribía en Junio de este año un artículo al que titulé ¿Devaluación del Euro?, en el que intentaba explicar la lógica monetaria que nos está llevando a estos monstruosos Planes de Rescate (acompañados de ajustes, recortes y puñaladas), ya que con la implantación del euro desapareció para todos los países integrados la posibilidad de devaluar la moneda nacional, ya inexistente. Curiosamente (o quizá no tanto), ese artículo ha sido mucho más leído que la media de los de este blog.
Billete de 100 antiguas dracmas griegas.
(Fuente: todocolección)

Vivimos estos días (sin vivir en nosotros) a vueltas con el problema griego. Un problema que nos contagia a todos los demás, y más a las economías periféricas (como la española o la italiana) que a las más poderosas (cuyo temor principal son las pérdidas que supondría para su sistema bancario la quiebra de Grecia).

Da la sensación de que el origen del problema es que Grecia entró en la disciplina del Euro sin merecerlo, o por lo menos sin cumplir de modo sostenible las condiciones impuestas por el Tratado de Maastricht. Se lo hemos oído decir así, sin más tapujos, a Nicolas Sarkozy, con toda claridad. Que la entrada de Grecia en el euro fue un error. Claro que él se deja al margen, al afirmar (con razón, por otra parte), que él no estaba allí cuando se tomó esa decisión. Sospecho que Angela Merkel, un poco más discreta, con mucha probabilidad piensa lo mismo estos días.

Parecía que se había llegado a un acuerdo con Grecia para aplicar un draconiano Plan de Rescate, que supondrá (si finalmente sigue adelante), dramáticos recortes en el nivel de vida de los griegos, con despidos masivos de funcionarios públicos, reducciones de salarios, pensiones y subvenciones, etc. etc. Medidas todas ellas encaminadas a simular (con los medios actuales) los efectos sobre la población y el país de una fuerte devaluación de su (ya inexistente) moneda nacional.

Sin embargo, el presidente griego Giorgos Papandreu ha anunciado su intención de convocar un referéndum para que los griegos aprueben (o rechacen) la aplicación de este Plan de Rescate. Tras la infinidad de altercados sociales, huelgas generales y demás que se han vivido en Grecia en los últimos tiempos, hasta el más iluso se teme que el resultado de un tal referéndum pueda ser un NO tan grande como el propio Partenón. Papandreu afirma que la Unión Europea estaba informada de sus intenciones, pero las reacciones enérgicas de sus principales líderes más bien sugiere lo contrario. Comprendo que Papandreu no soporta llevar sobre sus espaldas una carga tan pesada y quiere compartirla con su pueblo.
Giorgos Papandreu, Primer Ministro de Grecia.
(Fuente: ABC)

Yo me pongo ahora en la piel de un ciudadano griego de a pie, enfrentado a votar en un tal referéndum. Lo primero será cómo se plantea la pregunta, como en todo referéndum. El SI estará claro que supondrá la aceptación de que se aplique un Plan de Rescate que supondrá sacrificios dramáticos para todo la población de Grecia durante las próximas décadas. ¿Pero qué significará el NO?. Parece claro que el Diluvio Universal, se vista como se quiera.

Dicho sea de paso, no tengo en mi recuerdo a ningún gobierno en el pasado que haya sometido a referéndum popular la necesidad o no de devaluar la moneda nacional. Cuando se estimaba necesario, el Gobierno de turno lo aplicaba de modo inmediato, habitualmente con nocturnidad.

Pero ahora, en 2011, catorce años después de la creación de la moneda única, y casi diez años después de su introducción efectiva (y en efectivo) un NO en el referéndum griego no podría significar otra cosa que la salida de Grecia del Euro, y su vuelta a una moneda nacional a la que deberíamos llamar Nueva Dracma Griega. Y la llamo Nueva porque su paridad con el Euro sería desde ese mismo momento un 20, un 30, un 40 o un 50% menor que la de la vieja dracma. Y sus efectos sobre la población de Grecia sería básicamente equivalente a la que va a producir el Plan de Rescate: un empobrecimiento generalizado y fuertes sacrificios para las próximas décadas.

Por cierto, el escenario de salida del euro de un país no está claramente considerado y definido en la actual legislación comunitaria. Habrá que idear, inventar, definir y legislar sobre las condiciones para un tal paso.

Aceptemos que la entrada de Grecia en el euro fuera un error. Podemos incluso aceptar que los gobiernos griegos han engañado repetidamente a la Unión Europea, con una contabilidad nacional manipulada (ayudados, por cierto, por prestigiosos auditores de cuentas). Pero todo ello tiene poco más efecto que llorar sobre la leche derramada. Demasiado tarde, ya estamos aquí y toca limpiar los daños (los que hayáis tenido que limpiar alguna vez de la cocina la leche derramada sabréis bien de lo que estoy hablando).
Imagen de una de las huelgas generales de
Grecia en 2011.
(Fuente: fortunaweb)

Por lo que se viene sabiendo, da la sensación de que la economía griega tiene unos desequilibrios estructurales incompatibles con el Euro. El Estado griego parece tener una incapacidad funcional para recaudar los impuestos en la proporción que debiera, y el fraude fiscal alcanza unos niveles no vistos en ningún otro país de la UE (aunque otros estemos mucho más cerca de lo que nos gustaría reconocer). La ineficiencia de la administración pública (y unos elevados niveles de corrupción) ha provocado una hipertrofia de nóminas (salarios, subsidios, pensiones,...) a cargo del Estado. Y todo ello en un contexto en que parece haber más propietarios de automóviles de gama alta (Porsche, Audi; ah, curiosamente, de fabricación alemana) que contribuyentes que reconozcan tener unas rentas superiores a los 50.000 Euros anuales. El milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Pero los milagros, como los lances del prestidigitador, siempre tienen truco.

El ingreso en la Unión Europea (y posteriormente a la Zona Euro) ha supuesto para muchos países (entre los que está, de modo muy especial, España), la transferencia de ingentes cantidades de fondos comunitarios, para fomentar el desarrollo y la adecuación de los nuevos países al estándar comunitario. Da la sensación de que cada país ha tenido un grado importante de libertad en la aplicación de esos fondos. En España, por ejemplo (aparte de las corruptelas habituales), esos fondos han contribuido a un desarrollo gigante de las infraestructuras del país (ferrocarril de Alta Velocidad, autovías y autopistas, Aeropuertos). Si bien es cierto que en algunas de ellas se ha disparado con pólvora de rey (autovías muy poco transitadas, líneas de ferrocarril de alta velocidad dudosamente rentables, aeropuertos para personas y no para aviones,...), en general todas ellas contribuyen decisivamente a aumentar las posibilidades de competitividad de España como país y de las empresas españolas en general. Y también aporta ventajas importantes a la industria del Turismo que, no lo olvidemos, es una de las principales de este país.
Monasterio de Simonos Petra, en el Monte Athos,
cerca de Tesalónica, Grecia.
(Fuente: wikipedia)

Claro que es cierto que muchas de estas inversiones han provocado, por supuesto, compras gigantes de material y tecnología alemana o francesa (los pedidos de trenes a Alsthom o Siemens sólo son un ejemplo de ello).

Daría la sensación de que buena parte de esos fondos, en Grecia han pasado (por caminos oscuros) a la economía privada, con los que se han comprado coches alemanes, por ejemplo. Y por los que no se habría tributado fiscalmente como se debería. Nada, dicho sea de paso, que no pasara ya en la Argentina pre-corralito.

Nos gustará más o menos la forma en que la Unión Europea (o el Banco Central Europeo, para el caso), han actuado y actúan. Pero lo cierto es que la implantación del Euro nos ha aportado innumerables ventajas a todos los niveles. Incluso, por supuesto, a los ciudadanos de a pie. El problema es que nunca, hasta que este persistente período de vacas flacas nos ha herido con sus cornadas, habíamos sido conscientes de lo que esa pertenencia nos cuesta, o nos debe costar.

Para empezar, las políticas económicas (no solamente las monetarias) deben ser comunes a todos los países de la Zona Euro. Debería existir un único Ministerio de Economía a nivel de la Zona Euro, y en cada país un Secretario de Estado debería ser el responsable de su aplicación, de la que debería reportar a Bruselas (o a Frankfurt, o a donde sea). Sin eso, la implantación del euro está en un permanente equilibrio inestable, dependiente, en el fondo, de la buena fe de los diferentes gobiernos. Muy escaso bagaje para la Política con mayúsculas.

El problema es que ahora no podemos dedicarle tiempo a resolver (o a intentarlo, por lo menos), los problemas estructurales que están en el origen de las actuales convulsiones. La UE se está limitando a intentar apagar los incendios que aparecen por todas partes. Alguien dentro de la UE debería estar trabajando en el medio y largo plazo, en diseñar e implantar las medidas políticas y económicas necesarias para que una situación como la que estamos viviendo en estos últimos años no pudiera volver a producirse.

Puedo entender que ese griego de a pie, enfrentado a un referéndum sobre el Plan de Rescate, esté muy seriamente tentado de votar que NO, para decir alto y claro que quiere seguir siendo griego, y que este país es así y no acepto que vengan de fuera a decirnos cómo debemos funcionar. Lo que ocurre es que todo tiene sus consecuencias. Un NO en el referéndum griego supondría, en el corto plazo, unos efectos parecidos a la aplicación del Plan de Rescate (salida del Euro, vuelta a una moneda nacional fuertemente devaluada, empobrecimiento generalizado, sacrificios de todo tipo, despidos masivos de funcionarios, rebaja efectiva de los salarios y pensiones, y así todo). Y en el medio y largo plazo supondría dejar a un país aislado en una autarquía económica que ya no es compatible con el siglo XXI. Espero que los votantes griegos tengan claro este escenario.
Dibujo idealizado del Templo Períptero del Partenón,
en Atenas, Grecia.
(Fuente: esacademic)

Tendrán, en cualquier caso, que ajustar las cuentas en casa sobre culpas y responsabilidades. Pero pertenecer a una zona de moneda única exige una disciplina indispensable (la definida inicialmente en el Tratado de Maastricht, que parece haberse relajado con el tiempo). Y la ignorancia (tampoco nadie lo había contado claro hasta esta crisis) no exime de su cumplimiento.

Espero que el gobierno griego sepa explicar con claridad a sus ciudadanos las consecuencias y lo que significará (el día después) un SI o un NO en el referéndum previsto. Pobreza o pobreza con aislamiento. Tras una época de vivir por encima de nuestras posibilidades, no toca nunca otra cosa que ajustarse el cinturón.

Está claro que tras este tema hay muchos intereses, y no todos confesables. Los grandes bancos (principalmente franceses y alemanes) tienen una alta exposición a la deuda griega. Y a Alemania le gustaría poder seguir vendiendo Porsches y Audis a los griegos. Un NO en el referéndum supondría la salida del euro, un Estado griego con sus nuevas dracmas muy devaluadas (su deuda monetaria aumentaría significativamente), sin otra posibilidad que la quiebra. Y ese es el escenario que más aterra a todos los que tienen intereses en el tema.

Los que vivimos en el resto de economías periféricas, más vale que pongamos la barba a remojar.

JMBA

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