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lunes, 16 de mayo de 2011

Pequeñas Cosas que No Molan Nada (9)

Hace veinticinco años, yo tenía un cochecito utilitario, con un velocímetro que marcaba hasta los 180. Lo puse alguna vez a 160 y conduje por España y por otros países de Europa, a 130, 140 o hasta 150 km/h por autopistas donde se podía circular sin riesgo a esa velocidad. Jamás tuve un accidente.
(Fuente: movimiento140)

Más tarde tuve otro coche que marcaba hasta los 200. Ya muy rara vez pasaba de los 140, y sólo en autovías o autopistas con poco tráfico y sin demasiados tropiezos. Jamás tuve un accidente.

Desde hace unos años tengo un coche de 20 válvulas turbo y 180 caballos, cuyo velocímetro marca hasta los 260. Me he acostumbrado a circular a las velocidades que se definen en cada país como legales. Por España, en autovías y autopistas, sin pasar de los 130 y tranquilito. Nunca he tenido un accidente con él.

No me han puesto ninguna sanción por superar la velocidad máxima. Sólo un par de veces, en los últimos veinte años, me ha tocado pagar alguna de esas sanciones recaudatorias, a las que tan aficionadas son algunas administraciones. La primera fue a la entrada a Madrid desde el nudo de Manoteras, por La Paz, por circular a sesenta y pico en una zona marcada a 50, y donde circulando a 70 se pasa miedo, porque la circulación te agrede por detrás. La otra, hace algo más de un año, en Lekumberri, en la autovía de Leizarán. Con límite genérico a 120 (en ese momento), pero con una limitación específica a 90 (por motivos que ni recuerdo ni nunca supe). Yo circulaba a unos tranquilos 119 km/h, dentro del límite genérico. Me pillaron y me expoliaron un buen puñado de euros y un par de puntos, creo recordar.

He conducido bastante por otros países de Europa. Especialmente por Francia, pero también en Portugal, Italia, Alemania, Suiza, Bélgica, Holanda, Reino Unido (con mi coche y también con coche de alquiler con el volante a la derecha), Irlanda, Austria, Hungría... He conducido por Estados Unidos, México, Guatemala... En ninguna parte me han sancionado por exceso de velocidad. Bueno, una vez en Austria, junto a la frontera húngara, un par de presuntos policías (de los que siempre sospeché que eran advenedizos oportunistas) nos mostraron un radar manual según el cual íbamos ligeramente por encima del límite fijado en la zona. Tras un rato de discusión, me soplaron algo así como veinte dólares, que siempre he sospechado que fueron a sus sucios y particulares bolsillos.
El sopor al volante es una causa creciente de
accidentes de circulación
(Fuente: Todo en Salud)

Pero desde hace unos años estamos viviendo los conductores un auténtico acoso con el tema de la velocidad. Han proliferado los radares, muchos de ellos con afán puramente recaudatorio. Está claro que llegó a haber un número de víctimas de accidentes de la circulación ciertamente obsceno. Con las progresivas reducciones de velocidad máxima permitida, y con la aplicación de severas medidas económicas y coercitivas para asegurar el cumplimiento de esas normas, el número de víctimas ha descendido de forma muy importante. Por supuesto, si se implementa la velocidad máxima a 0 km/h (es decir, que nadie circule en automóvil), las cifras de accidentes se reducirían todavía más, aunque siempre quedaría algún caso de desplome de capó sobre cráneo no protegido, o cosas así. Aunque ¿para qué levantar el capó de un coche que nunca va a circular?.

Recientemente, el Gobierno ha dado una nueva vuelta de tuerca, limitando (dicen que temporalmente) la velocidad máxima genérica desde los 120 a los 110 km/h. Se han inventado la razón de la crisis económica y el menor gasto en combustible, dados los elevados precios que ha alcanzado recientemente el barril de petróleo. De nuevo, reducirla a cero sería la solución final para conseguir el ahorro total.

Pero esta progresiva limitación está generando otro tipo de problemas. Circular sin sobrepasar los 110 km/h en coches que, como el mío, marcan hasta los 260 o incluso más, es un ejercicio de caracolismo itinerante que provoca sopor, porque no requiere prácticamente de atención cuando se circula por autopistas o autovías preparadas para poder circular a velocidades sensiblemente mayores. Soy el primero en reducir la velocidad a 50 o incluso a 30 si circulo por una carretera que cruza por el centro de los pueblos.

Hace poco he tenido ocasión de viajar por Francia y de disfrutar de su límite de velocidad a 130 km/h por autopistas. Y, hace unos años, hice un viaje por buena parte de Alemania, disfrutando de su falta de limitación de velocidad en ciertas zonas de ciertas autopistas. Sólo desaparece la limitación si la autopista en cuestión lo permite, no discurre por zona urbana, y tiene tres o más carriles por calzada. Me parece la solución más inteligente. Porque los conductores conscientes saben la velocidad a la que pueden circular con sus vehículos por ese tipo de autopistas. Y a los conductores necios no se les cambia por más normas que queramos imponer. Bueno, con más multas quizá sí se consigue que no se comporten neciamente, pero jamás dejarán de ser animales de herradura. Lo mejor que podría hacerse es retirarles el permiso de conducir, y a otra cosa.
Ante el sopor, parar y echar una cabezadita. Aunque esta
puede que no sea la solución más cómoda
(Fuente: taringa.net del original Sarda)

Entre los tontos e irresponsables están los que conducen habitualmente de forma exageradamente agresiva, intentando echar a los demás de su camino. Todos los que no respetan a los demás conductores (o peatones o ciclistas, para el caso), todos los que se creen que la calle o la carretera es suya. Todos los que se han gastado mucho dinero en un coche potente, y que se creen con más derecho que otros más modestos a ocupar la via pública. Todos los que tientan continuamente al riesgo, haciendo que los accidentes acaben siendo previsibles (vaya contradicción).

Insisto, circular a velocidades tan lentas como es la norma ahora mismo en España, provoca sopor. Relaja los reflejos y ha aumentado el peligro de que el conductor se duerma al volante. Cada vez se ven más accidentes que no admiten ninguna otra explicación razonable. Lo que a menudo se llaman despistes son realmente episodios de somnolencia provocados a menudo por circular a velocidades muy inferiores a lo que la vía, el vehículo y el conductor podrían desarrollar.

Y la única solución conocida para cuando se siente sopor al volante es parar y echar una cabezadita de diez o quince minutos. No hay otra. Es inútil esforzarse, pegarse bofetadas en la cara, abrir la ventanilla para que nos dé el aire, tomarse un café o lo que se quiera, o cualquier otra truculencia que se nos pueda ocurrir. Si se siente somnolencia, no queda otra que parar donde se pueda, reclinar un poquito el asiento, cerrar los ojos, y dejar que pasen esos minutos de desconexión. Y luego seguir viaje.

Con lo cual, con esta nueva limitación a 110, el promedio de un viaje por autopista realmente nos baja a los 90 km/h, si contamos las paradas adicionales que tenemos que hacer.

Quizá sería demasiado serio el salto de eliminar por completo la limitación de velocidad en algunos tramos de autopistas y autovías de todo el país. Un primer paso podría ser elevar la limitación genérica de los 120 a los 140. Esta es una velocidad razonable en autopistas de correcto diseño y buen estado de conservación, sin mucha circulación y con buen tiempo. Un segundo paso podría ser la eliminación de la limitación genérica de velocidad en autopistas y autovías. Habría que fijar las limitaciones específicas en los tramos que, de verdad, lo requirieran. Pero creo que ganaríamos todos.

Es un juego zafio que la tecnología permita que los automóviles cada vez puedan circular con total seguridad a velocidades más elevadas y que, por el contrario, cada vez debamos conducir más lentamente. Algo debemos estar haciendo muy mal cuando se produce una contradicción tan flagrante.

Y, desde luego, no mola nada tener que pararse en un área de descanso de la autopista para tumbar el asiento y echar una cabezadita, que nos despeje el sopor que nos invade por tener que conducir a velocidades ridículamente reducidas.

Puede que se pudieran inventar soluciones alternativas. Por ejemplo, establecer pasatiempos en la ruta. Un primer panel nos lanza una pregunta: ¿Cuál era el nombre de pila del escritor ruso Dostoyevski?. Un kilómetro más adelante, la primera propuesta: a) Ramón. Otro kilómetro y la segunda propuesta: b) Iván. Un kilómetro más adelante la última propuesta: c) Fiodor. Un par de kilómetros de suspense, y el panel con la respuesta: FIODOR Dostoyevski (1821-1881).

Otra alternativa podría ser obligar a que siempre viajara en el coche una suegra, que no parara de incordiar. O que se pudieran contratar conversadores en las Áreas de Servicio, que no pararan de darle cháchara al que tenga que viajar solo. Claro que, en algunos necios, la reacción al hecho de haber aprendido alguna cosa podría provocar una reacción adversa, y aumentar así el riesgo de accidente.

En fin, algo hay que idear, que se nos duerme el personal al volante.

JMBA

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