Querido Paseante, siempre eres bienvenido. Intenta escribir algún comentario a lo que leas, que eso me ayuda a conocerte mejor. He creado para ti un Libro de Visitas (La Opinión del Paseante) para que puedas firmar y añadir tus comentarios generales a este blog. Lo que te gusta, y lo que no. Lo que te gustaría ver comentado, y todo lo que tú quieras.


Pincha en el botón de la izquierda "Click Here - Sign my Guestbook" y el sistema te enlazará a otra ventana, donde introducir tus comentarios. Para volver al blog, utiliza la flecha "Atrás" (o equivalente) de tu navegador.


Recibo muchas visitas de países latinoamericanos (Chile, Argentina, México, Perú,...) pero no sé quiénes sois, ni lo que buscáis, ni si lo habéis encontrado. Un comentario (o una entrada en el Libro de Visitas) me ayudará a conoceros mejor.



miércoles, 6 de abril de 2011

Hoteles (Controladamente) Cutres

Hace unos meses, ya dediqué una serie de artículos a desgranar los criterios y medios adecuados para reservar un hotel por Internet. Pero hoy quiero centrarme en los hoteles (controladamente) cutres, que pueden ser un excelente recurso para las visitas urbanas.
Entrada al hotel Paris Liege, en la rue de Saint Quentin,
París, frente a la Gare du Nord
(Fuente: venere.com)

En el centro de todas las grandes ciudades, especialmente de aquellas muy habituadas a los visitantes, anidan infinidad de hoteles, hostales y pensiones, que dan acogida a viajeros de todo tipo.

La mayoría son casas de vecinos reconvertidas, con éxito desigual. Con suerte, podemos topar con algún Palacio reconvertido a hotel de categoría superior.

Desgraciadamente, casi nunca (dejemos la esperanza del casi) podemos planificar ningún viaje en base a presupuesto ilimitado. Lo que, en la práctica, significa que todo lo que gastemos en alojamiento deberemos recortarlo de otras partidas (comidas, visitas, excursiones, espectáculos, compras,...).

Es por ello que, y no por propia voluntad, deberemos escoger siempre un alojamiento lo más económico posible. Sin embargo, esto no debe significar gastar lo mínimo, sino gastar lo mínimo necesario para asegurarnos de que, si bien prescindimos de ciertas comodidades, no deberemos soportar incomodidades más allá de lo que estemos dispuestos a aceptar. Porque eso acaba arruinando un viaje.
El hotel está a un paso de la Gare du Nord (al fondo)
(Fuente: tripadvisor)

Si miro hacia atrás, especialmente cuando viajaba de estudiante con un presupuesto extremadamente reducido, visualizo algunos de los lugares que frecuenté, y a los que hoy no volvería. Claro que la edad y una cierta renta te evitan enrocarte en una juventud eterna.

Entre los sitios que prefiero olvidar, destacaría un Hostal en Londres donde no existía el concepto de mi/nuestra habitación. Te tumbabas en una cama a echar la siesta, y te podías despertar frente a un motorista alemán que ni se había quitado las botas para descansar. O una pensión de la que por algún motivo he borrado los detalles de mi mente, en la rue Jean Jacques Rousseau de París, cerca del Louvre. Sólo recuerdo haber tenido ahí una conversación con un americano pelirrojo absolutamente antisistema y antiimperialista, pero a quien le parecía lo más normal del mundo tener un Marlboro o una Coca-Cola al alcance de la mano en cualquier lugar del mundo. O un hotelito junto a la place de la Republique, con un ascensor postizo en el que sólo cabías o tú o tu maleta, y un mini cuarto de baño en la habitación dentro de un armario. O la Locanda Il Gambero en una calleja de Venecia, cercana a San Marco, a cuyo dueño, un obeso deforme, sólo lo vi sentado todo el tiempo en la planta baja; eso sí, discutiendo a gritos por el precio de la restauración de un cuadro.

Con un amigo cogimos una vez el Alpen Express en Roma, dirección Hamburgo (creo que el viaje eran más de 24 horas). Íbamos sentados en segunda clase (de puro InterRail sin suplementos) pero nos acercamos, para gran sorpresa del maitre, por el vagón restaurante para cenar en condiciones. Bueno, un presupuesto limitado impone definir prioridades claras.
De un hotel cutrillo no se pueden esperar lujos
(JMBigas, Marzo 2011)

Actualmente, la oferta hotelera es prácticamente ilimitada y de todas las categorías (por lo menos en los países del primer mundo); además tenemos pleno acceso a ella gracias a Internet. Por ello, cuando debemos manejar un presupuesto escaso, conviene tener claras las prioridades que tenemos en cuanto al hotel, las comodidades a las que no nos importa renunciar y las incomodidades que no estamos dispuestos a vivir.

Lógicamente, todas las informaciones que se brindan por Internet forman parte del marketing hotelero, y a menudo no se aproximan demasiado a la realidad que nos encontraremos a nuestra llegada. Ser capaces de ver a través de esa nube que se nos tiende no siempre es fácil. Necesitamos una cierta dosis de experiencia (propia o de alguien cuyas prioridades y entorno nos sean conocidos).

Yo, por ejemplo, he pisado a pie desnudo y sin ninguna aprensión moquetas indescriptibles, que provocan en otros toda clase de rechazos. Me gustan las camas grandes, pero puedo dormir en una pequeña, siempre que esté limpia. Me cuesta renunciar a tener una mesa (aunque sea pequeña) y una silla en la habitación. Necesito un cuarto de baño, aunque sea mínimo, en la habitación. No me importa que no haya tele, pero aprecio disponer de WiFi gratuita. Puedo sobrevivir en una habitación pequeña, aunque la ventana dé a un patio interior casi sin luz.
Imprescindibles: una mesa y una silla
(JMBigas, Marzo 2011)

Al fin y al cabo, cuando se está de viaje, se permanece muy poquito tiempo en la habitación del hotel (aparte de para dormir y para el aseo). Si acaso consultar el correo electrónico, leer un poco o consultar mapas, planos o folletos.

De todas formas, que quede claro que, si el presupuesto es ilimitado, hay que escoger, sin dudarlo, el mejor hotel disponible cuya ubicación nos resulte conveniente. Y si lo de ilimitado se convierte en millonetis, hasta la ubicación nos da igual, porque tenemos el coche y el chófer a nuestro servicio. Y los mejores hoteles siempre están en un entorno muy agradable.

Pero la realidad nos obliga a asumir compromisos, para conseguir un mix de servicios que nos resulte conveniente por un precio abordable.

Voy con cierta frecuencia a París (al menos dos o tres veces al año). Y he desarrollado un patrón para escoger hotel que quiero compartir con vosotros. Hay dos grandes opciones, dependiendo, ante todo, de si viajo con coche o sin coche. Si viajo con coche, acostumbro a escoger alguno de los infinitos hoteles económicos que hay sobre el Boulevard Périphérique, junto a alguna de las múltiples Portes. Son fácilmente accesibles en coche (salvo los atascos a veces, claro) y disponen de aparcamiento. Un Ibis, por ejemplo, significa que ya sabes lo que te vas a encontrar, y a mí me cubren lo que considero imprescindible. Las Puertas del Periférico, además, tienen habitualmente estación de Metro, y es un área comercial con restaurantes, etc. Bueno, todo bastante bien resuelto. Si no es temporada muy alta, habitualmente se puede conseguir habitación por menos de 80€ (en algunos, hasta menos de 50€), lo que me parece más que razonable tratándose de París.
Enchufes abundantes, necesarios para recargar todo
tipo de pirulos que nos acompañan
(JMBigas, Marzo 2011)

Si viajo sin coche, procuro escoger un hotel por el centro, que esté bien comunicado. La zona que más me gusta es la de Les Halles, porque hay muchísima animación, y oferta comercial y de restauración para todos los gustos. Además, está excelentemente comunicada, ya que se cruzan allí varias líneas de Metro y las dos grandes líneas (A y B) del suburbano (RER). Pero no hay muchos hoteles, y la mayoría son descontroladamente cutres, y no especialmente baratos. Estuve una vez en el Agora, a una manzana de Les Halles, y juré no volver. La recepción está en el primer piso, sin ascensor. En el baño, el plato de ducha era enano y la mampara no dejaba más de treinta o cuarenta centímetros para entrar y salir. Tenía que entrar de lado, y cuando conseguía que pasara la barriga, se oía plop, plop. En la zona hay un hotel digno, el Novotel Les Halles, pero raramente se puede conseguir una habitación allí por debajo de los 200€.

El Barrio Latino (el entorno de boulevard Saint Michel) es otra buena opción, pero allí todos los hoteles son bastante caros salvo, quizá, los muy alejados de la estación del Metro.

Las últimas veces que he estado en París sin coche, he escogido algún hotelito en las proximidades de la Gare du Nord (10é). Es cierto que el vecindario no es de lo más estético que tiene París, pero la zona está muy vigilada, y no es más peligrosa que cualquier otro sitio de la ciudad. Está bien comunicado también (la línea B del RER permite el acceso a los dos grandes aeropuertos). Y si pienso hacer alguna excursión a Londres (como ya he contado recientemente) el Eurostar sale de la Gare du Nord, y es muy cómodo estar a unos minutos a pie, tanto a la ida como a la vuelta. Lo mismo vale para Lille, Bruselas, Amsterdam o Colonia.

Además, hay bastantes hoteles a menos de cinco minutos a pie de la estación. Hay un hotel digno (el Mercure Terminus Nord) pero el precio raramente baja de los 150€. Sin embargo, hay varios hoteles con precios entre los 60 y los 90€ que pueden ser razonables. Pero hay que escoger bien, para evitar caer en alguno que sea descontroladamente cutre. He ido muchas veces al Apollo Gare du Nord, un hotelito en la propia Rue Dunkerque (frente a la parte nueva de la estación), pero actualmente el edificio está en obras de restauración. Veremos lo que quedará cuando terminen.

Las últimas veces he recalado en el Paris Liège, un hotelito de dos estrellas, cutrillo pero soportable, y muy bien de precio (70€ incluyendo el desayuno continental pagué hace poco). Está en la Rue Saint Quentin, perpendicular a la Gare du Nord, a uno o dos minutos a pie. Tiene recepción 24 horas en la planta baja, con un par de máquinas expendedoras de bebidas y snacks (a menudo desabastecidas, eso es cierto). Pero en las cercanías hay varias tiendas de conveniencia, abiertas hasta muy tarde, donde comprar refrescos o hasta botellitas de ron o de whisky, si nos apetece una copita en la habitación, mientras preparamos el itinerario del día siguiente.

Tiene cinco o seis plantas, con un ascensor postizo y enano (donde solamente caben un viajero y una maleta no muy grande). Además, el ascensor atiende los medios pisos. Significa que para cogerlo en recepción hay que subir media docena de escalones, y al llegar a la habitación, hay que bajar otros tantos. Si se tiene una habitación en la cuarta planta, por la ley del mínimo esfuerzo, se va al cuarto en ascensor (bajando unos escalones hasta la habitación), pero se toma en el tercero (para también bajar, en lugar de subir).
Un plato de ducha de tamaño razonable
(JMBigas, Marzo 2011)

Hay una salita pequeña junto a recepción, donde se sirven los desayunos, a menú fijo: café o té, zumo de naranja de brik, panecillo, croissant, mantequilla y mermelada. Con suerte, en este tipo de hotelitos todavía se pueden degustar los excelentes croissants de boulangerie. Porque en los hoteles más grandes, los croissants son siempre congelados y horneados ad hoc.

Esta vez conseguí una habitación individual, pequeñita y con una cama pequeña, pero con mesa, silla y tele pequeña pero plana. La ventana daba a un patio interior.

El cuarto de baño, pequeño pero con todo lo imprescindible: plato de ducha de tamaño medio con mampara de puerta corredera (aquí la barriga se deslizaba hacia dentro o hacia fuera con cierta agilidad), WC y lavabo con espejo y estante (por algún extraño motivo siempre algo inclinado, por lo que es normal encontrarse el peine caído en el lavabo). Eso sí, en la ducha no había estante alguno para el gel de baño. Quizá mejor, porque dado el tamaño, correríamos el riesgo serio de descalabrarnos con él.

En el desayuno te puedes encontrar al resto de huéspedes. Si se juntan todos a la vez no hay espacio suficiente. Entre ellos puedes distinguir alguna pareja de campagnards en viaje de bodas a la capital, o alguna pareja irregular (como una alemana cuarentona con cara de satisfacción junto a un negro mazas), o un grupito de un par de parejas rusas, de turismo por la Ciudad de la Luz. Lo que nunca te encuentras en estos hotelitos (porque no caben) son los autocares de turistas, a los que, personalmente, odio con todo el cariño.

En la habitación tenía acceso WiFi gratuito que funcionaba como un tiro (seguramente sería yo el único que lo utilizaba en todo el hotel). Al entrar a la habitación, casi me chocaba con el armario. Un armario con un solo estante y media docena de perchas de diversos orígenes: tienda de ropa, Grandes Almacenes, tintorería, otros hoteles,...

En resumen, un alojamiento económico, controladamente cutre, suficientemente cómodo, que libera presupuesto para otros fines más agradables.

Es complicado, sin una experiencia previa, topar con hoteles que tengan una oferta tan bien balanceada. Si buscamos (sólo) lo más económico, caeremos en lo inaceptablemente cutre con mucha facilidad.

La única solución que conozco (aparte de la recomendación de alguien que ya haya estado) es leerse en Internet los comentarios de otros clientes, siempre que haya por lo menos 100; si no, no es nada significativo. Atender al perfil de cada uno (si viajaba solo, en pareja, en grupo de amigos, en familia), matizando los comentarios negativos (quejas de habitaciones ruidosas pueden ser muy graves para unos, y absolutamente veniales para otros), prestando especial atención a los temas relacionados con la limpieza (o su escasez) y obviando los comentarios sobre la amabilidad o grosería del personal. Por una parte, en un hotel cutre el personal (escaso) no está para atender nuestros caprichos, y si no hablamos la lengua del lugar, podemos esperar ciertas dificultades. Y mucho cuidado con los comentarios elogiosos o muy positivos, que hay gente para quien cualquier cosa ya le parece la bomba. Se puede recomendar un hotel sin necesidad de que sea el mejor de la ciudad; a pesar de que sea relativamente cutre, puede ser recomendable si el precio está en consonancia con la oferta. Si filtramos bien, podemos hacernos una idea bastante cabal de lo que vamos a encontrarnos.

Pero hay que tener cuidado, porque todos los hotelitos tienen una o varias habitaciones que son las cenicientas (muy pequeñas, casi sin luz natural, con cama enana,...). Un precio muy por debajo de la media del hotel debe hacernos sospechar.

En fin, los presupuestos limitados exigen compromisos.

JMBA

2 comentarios:

  1. Una vez más me he reido un montón con tus comentarios, por otra parte muy acertados. No viajo con demasiada frecuencia, pero lo suficiente como para saber de que hablas. Por supuesto que no se puede hacer "demasiado" caso de lo que digan ni la publicidad ni la gente, y te encuentras con lo que hay y tienes que apechugar y legando a casa ponerle una banderita roja o verde según el caso al sitio en cuestión.
    He salido regegando de hoteles "teoricamente" de 4 estrellas y razonablemente satisfecha de otros de dos, es cuestión de suerte o de que te lo recomiende alguien "fiable".
    Para mi las prioridades son por este orden: Limpieza en habitación y baño, desayuno completo, preferiblemente buffét y cama cómoda, mesa, silla y el resto puede esperar.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  2. Sobre los hoteles en Francia, recuerdo con regocijo una estancia en un hotel de Niort. Iba yo con un amigo (Andrés)y dos amigas gallegas. No encontrábamos hotel y "sobre la marcha" atracamos en un hotel tapizado en interiores totalmente en rojo. Al entrar en la habitación-"cada oveja con su pareja", descubrimos Oh!!, que el techo de la habitación era un espejo. Y es que en las cosas del amour, los franceses lo tienen ya inventado todo.
    Un abrazo. Fidel

    ResponderEliminar